“Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”. Esta frase de Neil Armstron, el primer ser humano que pisó la superficie lunar, es la que quisiera volver a escuchar el presidente de EEUU, Donald Trump, en boca de uno de sus astronautas. A punto de celebrar el 50 aniversario de la primera misión tripulada a nuestro satélite, ha dado el golpe de mano esperado: en 2024 EEUU volverá a pisar la Luna.
Lo anunció ayer el vicepresidente Mike Pence en el Centro Espacial y de Cohetes de EEUU en Huntsville, Alabama. El compromiso de su Administración es volver a la Luna en los próximos cinco años y, además, que “la primera mujer y el próximo hombre que vuelvan a pisar su suelo sean ciudadanos estadounidenses lanzados por cohetes estadounidenses y desde suelo estadounidense”.
Será, según sus palabras, el “próximo salto gigante” del país. ¿Difícil? ¿Arriesgado? ¿Demasiado costoso? Todas estas preguntas, dice Pence, ya se hicieron en 1962. El objetivo es un aterrizaje en el polo sur lunar, donde existen depósitos de hielo, por lo que se considera un área de gran valor científico y estratégico. Inmediatamente después de sus palabras, Jim Bridenstine, administrador de la NASA respondió en Twitter: “Desafío aceptado”.
Volverá para quedarse
A continuación, emitió una declaración desde la web de la NASA en la que añadió: “Iremos a la Luna con nuevas tecnologías y sistemas innovadores para explorar más ubicaciones en la superficie de lo que nunca se creyó posible”. En esta declaración, llamada ‘Explore Moon to Mars’, Bridenstine aseguró que esta vez EEUU “se quedará en la Luna”. “Y luego usaremos lo que aprendamos en la Luna para dar el siguiente gran salto, enviar astronautas a Marte”. La pretensión es desarrollar tecnología para llegar al planeta rojo y explorar otros mundos.
En 2011, la NASA puso fin a los vuelos de sus transbordadores espaciales y, desde entonces, depende de Rusia para llevar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI). En abril de 2017, tres meses después de asumir la presidencia, Trump exigió a la NASA la aceleración de sus planes de exploración espacial, cuya meta es enviar humanos a Marte en la década de 2030, para que un estadounidense pise el planeta rojo durante su mandato.
El 20 de julio de 1969 el mundo entero siguió en directo una de las mayores hazañas de la humanidad. Neil Armstrong pisaba por primera vez la luna, cuatro días después de enviar al espacio la misión Apolo XI. Durante el siglo XX, la carrera espacial estuvo marcada por la Guerra Fría y esta gesta la ganó EEUU. A Armstrong le acompañaban Edwin ‘Buzz’ Aldrin y Michael Collins, pero se decidió que fuese él el primero en descender por una cuestión logística. Aldrin también paseó por el satélite, mientras Collins quedó orbitando el satélite a bordo del módulo de bando. El 24 de julio los tres astronautas aterrizaron en aguas del Pacífico culminando la misión aeroespacial más significativa.
Ganar al coloso chino
La misión Apolo XI marcó un hito histórico, pero la exploración continúa. Desde entonces, el sueño de volver sigue ahí y la Luna ha ido despertando un sinfín de misterios para la ciencia. Otros países ganan tiempo y terreno. El aterrizaje de la sonda china Chang’e-4 en su cara oculta es solo el punto de partida para la gran ambición china de explorar más lunas y asteroides e incluso el Sistema Solar completo, según el diseñador jefe de la sonda, Sun Zezhou.
El cometido de la NASA topa con el gran obstáculo monetario. Según estimaciones de 2005, una misión tripulada a la Luna costaría unos 104.000 millones de dólares que, hoy, se traducirían en 135.000 millones de dólares. El presupuesto de la NASA para 2019 es de 21.500 millones y se ha visto obligada a recortes en programas científicos, como el telescopio WFIRST y la Oficina de Compromiso STEM de la NASA, la cancelación del rover lunar y retrasos con el cohete SLS. Según Pence, si las cosas se complican el presidente se planteará cambiar la organización, pero no la misión.
Marian Benito