Actualmente existen cerca de 15.000 bombas nucleares en todo el mundo (que sepamos) y la posibilidad de que una de ellas explote en una zona poblada es uno de los 15 escenarios que Estados Unidos tiene entre su lista de desastres para los que estar preparado. Pongamos por caso que una bomba de 10 kilotones cayera en una zona cercana a donde nosotros nos encontramos. Lo primero que verás, si puedes, es una gran ola de luz que puede dejarte cegado por unos minutos (como si hubieras mirado fijamente al Sol). Una vez recuperada la vista, a lo lejos, vislumbrarás en el horizonte una gran bola de fuego hacia el cielo, la cual tomará una forma de champiñón gigante. Esta se transformará con los minutos en una gran torre negra de humo y faltarán unos minutos para que notes cómo un ensordecedor sonido te lanza hacia el suelo debido a la onda expansiva de la energía liberada. En caso de poder seguir entero, enhorabuena, pero ahora un consejo: no cojas un coche.
Sí, para nada se te ocurra que te vaya a proteger en tu huida. Así lo recomienda el experto en física de la salud y la radiación, Brooke Buddemeier, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore: «No trates de conducir, no asumas que el metal y el cristal de tu vehículo será suficiente para protegerte». Pero, ¿por qué? Hay que tener en cuenta la lluvia radiactiva que tendrá lugar después. Tras la explosión, los productos de fisión nuclear, el material nuclear sin fisionar y los residuos de armas que han sido evaporados por el inmenso calor de la bola de fuego comienzan a condensarse en una suspensión de finas partículas que acaban cayendo al suelo y que hay que evitar. Y es que estas emiten dosis importantes de radiación gamma, una forma de luz invisible pero altamente enérgica que es perjudicial para nuestra salud. A corto plazo, puede dañar las células de nuestro cuerpo y alterar su capacidad para reproducirse. Es lo que se conoce como enfermedad por radiación aguda: «También afecta el sistema inmunológico y su capacidad para combatir infecciones», apunta Buddemeier. «Si estamos en un coche, estamos muy expuestos. Los vehículos modernos están hechos de vidrio y metales muy ligeros, no ofrecen casi ninguna protección ante lo que llueva», advierte.
¿Qué debemos hacer entonces?
Lo mejor es meterse dentro de una estructura robusta lo más rápido que uno pueda y quedarse allí hasta que hayan pasado entre 12 y 24 horas: «Métete dentro y llega hasta la zona centro del edificio. En caso de que haya una planta subterránea, baja hasta ese punto y no salgas en al menos medio día o más». La idea es que en ese tiempo, los niveles gamma y otro tipo de radiaciones hayan disminuido, los radioisótopos se hayan transformado en átomos más estables y supongan menos dañinos para nuestra salud.
Cuando haya pasado un tiempo prudencial, puedes tratar de encontrar un refugio mejor, incluso buscar ayuda a través de alguna radio. Al menos para poder estar informado de hacia dónde se dirigen las nubes contaminantes y saber cuál es lugar más seguro donde acercarte. Eso sí, en caso de que tu coche esté dentro de un parking, no te preocupes, porque estarás protegido por la barrera protectora creada por las paredes de cemento. Desde ahí, puedes tratar de buscar ayuda.
Si sigues estas sencillas normas, quizá puedas salvar tu vida. Descubre aquí más curiosidades relacionadas con un posible ataque nuclear.
Fuente: Business Insider
Alberto Pascual García
Buenísimo el articulo. Un cordial saludo.