Hace aproximadamente 1,5 millones de años, los peces Astyanax Mexicanus que viven en los ríos del norte de México, eran arrastrados periódicamente a las cuevas por las inundaciones estacionales. Con el tiempo, las inundaciones se hicieron menos frecuentes y finalmente se detuvieron. Esto creó el ambiente perfecto para que diferentes miembros de la misma especie evolucionen para adaptarse a sus diferentes hábitats: el río o las cuevas.
Entre las habilidades que algunos han ganado, en este caso los que se “quedaron” en los ríos, es la de su capacidad para reparar el tejido cardíaco. Sin embargo, los peces en las cueva perdieron esta asombrosa habilidad y junto a ella su color y la vista, ya que ninguna de ellas les proporcionara ninguna ventaja en la oscuridad perpetua de su nuevo hogar.
Ahora, un equipo liderado por Mathilda Mommersteeg, ha comparado el genoma de los peces de río con el de los peces ciegos para descubrir qué mecanismos especiales se requieren para la reparación del corazón. Los resultados, publicados en Cell Reports, muestran que tres áreas del genoma de estos peces están implicadas en su capacidad para reparar el tejido cardíaco.
Los investigadores también compararon la actividad de los genes en el río frente a los peces de la cueva en el período posterior a la lesión cardíaca. Dos genes, lrrc10 (implicado también en la cardiopatía humana) y la caveolina eran mucho más activos en los peces de río y podrían ser clave para permitir que estos reparen sus corazones.
Las personas que padecen insuficiencia cardíaca no pueden regenerar sus corazones dañados y, a menudo, la única cura es un trasplante de corazón. Los investigadores esperan que al descubrir los secretos de estos peces extraordinarios, algún día podamos regenerar el tejido cardíaco del mismo modo.
Juan Scaliter