Comer menos y moverse más. Las consignas para adelgazar son obvias y están muy claras. Sin embargo, hay una realidad. Activar el cuerpo exige un aporte calórico adicional y la ecuación del equilibrio energético no es tan sencilla. Cuanto mayor es la energía consumida, más aumenta nuestro apetito. Además, el organismo emite señales mucho más fuertes cuando no hemos comido lo suficiente que cuando nos hemos sobrepasado, lo que explica que muchas personas obesas experimenten continuamente sensación de hambre. De hecho, los delgados acostumbrados a practicar ejercicio aeróbico tienden a comer la cantidad correcta para compensar las calorías quemadas, pero los que tienen sobrepeso suelen consumir más.
Influye la tasa metabólica
El gasto calórico diario encierra aún muchas dudas que están sin resolver. ¿Por qué quemamos diferentes cantidades según el día o la hora? ¿Qué relación exacta hay entre esas variaciones y la cantidad de alimentos que una persona toma al día? ¿Sabemos si estamos perdiendo más grasa o músculo? ¿Cómo responde el organismo a los cambios en la alimentación y la actividad física?
Ahora un nuevo estudio, en el que ha participado el nutricionista Alex Johnstone, catedrático de la Universidad de Aberdeen, analiza qué sucede con la ingesta de calorías en días en las que, sin dejar de estar activos, no practicamos ningún deporte o ejercicio físico. Tomando una muestra de 242 individuos -114 hombres y 128 mujeres-, los autores descubrieron que la actividad influía en la cantidad de alimento ingerido, pero que sus tasas metabólicas en reposo determinaban también su apetito. Es decir, las personas con sobrepeso comen más.
Los investigadores reconocen que no se trata de una fórmula mágica con la que se pueda generalizar la relación entre actividad y comida, pero sí aporta una mayor comprensión de este proceso. Por otra parte, el estudio se centra en hombres blancos de 20 a 30 años de edad, pero apenas tiene en cuenta otras variables, como las características genéticas o factores psicológicos que puedan llevar a usar el alimento como recompensa emocional.
El coautor no tiene claro que llegue a saber la composición genética exacta que indique qué le funciona a cada individuo. En cualquier caso, dice que la tendencia es comer más cuando se está más activo, lo que explicaría que el simple hecho de moverse no implica una pérdida de peso espontánea.
Marian Benito