Los peces tienen agallas para respirar agua, y nosotros pulmones para respirar aire, ¿verdad? Bueno, no es tan simple. El oxígeno del aire es mucho más abundante que el del agua, y puede conseguirse con un esfuerzo mucho menor; basta con que el pescadito trague una burbuja de la superficie para que el preciado gas se difunda hacia la sangre. Si se trata de una buena bocanada que puede alojarse temporalmente en una bolsita interna, mucho mejor. Los pulmones de nuestros ancestros acuáticos aparecieron millones
de años antes de que se les ocurriera salir a caminar por la orilla.
Redacción QUO