Un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge han completado el estudio más grande hasta la fecha sobre las diferencias típicas de sexo y los rasgos vinculados al trastorno del espectro autista (TEA). Los expertos, liderados por Simon Baron-Cohen, confirmaron dos teorías psicológicas de larga data: la teoría de empatización-sistematización de las diferencias sexuales y la teoría del autismo del cerebro masculino extremo.

Para ello analizaron a más de medio millón de personas, incluidas una 36.000 personas con TEA. Los resultados se han publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

La teoría de la empatía-sistematización predice que las mujeres, en promedio, obtendrán mejores calificaciones que los hombres en las pruebas de empatía, la capacidad de reconocer lo que otra persona está pensando o sintiendo, y de responder a su estado mental con una emoción apropiada. De manera similar, predice que los hombres, en promedio, obtendrán mejores calificaciones en las pruebas de sistematización, la capacidad para analizar o construir sistemas basados ​​en reglas.

Por su parte, la teoría del Cerebro Masculino Extremo, predice que las personas autistas, en promedio, mostrarán un cambio masculino en estas dos dimensiones: obtendrán una puntuación más baja que la población típica en las pruebas de empatía y tendrán la misma calificación o menos en las pruebas de sistematización.

Usando estas medidas, el equipo identificó que en la población típica, las mujeres, en promedio, obtuvieron calificaciones más altas que los hombres en empatía, y los hombres, en promedio, obtuvieron calificaciones más altas que las mujeres en sistematización y rasgos autistas. Estas diferencias sexuales se redujeron en las personas autistas. En todas estas medidas, las puntuaciones de las personas autistas, en promedio, fueron ‘masculinizadas’: es decir, tenían puntuaciones más altas en los rasgos de autismo y sistematización y puntuaciones más bajas en empatía, en comparación con la población típica.

Finalmente, los hombres, en promedio, tuvieron puntuaciones de rasgos autistas más altas que las mujeres. Los que trabajan en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), en promedio, tuvieron puntuaciones de rasgos autistas y de sistematización más altas que los de las ocupaciones que no son STEM. Y a la inversa, los que trabajaban en ocupaciones sin STEM, en promedio, tenían puntuaciones de empatía más altas que los que trabajaban en STEM.

En el estudio, los autores señalan lo importante que es tener en cuenta que las diferencias observadas en este estudio se aplican solo a los promedios de grupo, no a los individuos.

Además, los autores reiteran que las dos teorías son aplicables solo a dos dimensiones de las diferencias típicas de sexo: empatía y sistematización.

“Esta investigación proporciona un fuerte apoyo para ambas teorías – concluye Baron-Cohen –. Este estudio también señala algunas de las cualidades que las personas autistas aportan a la neurodiversidad. Son, en promedio, fuertes sistematizadores, lo que significa que tienen excelentes habilidades de reconocimiento de patrones, excelente atención a los detalles y una aptitud para entender cómo funcionan las cosas. Debemos apoyar sus talentos para que alcancen su potencial, y los beneficios de la sociedad también”.

Juan Scaliter