Para mantenerse vivo y proliferar, una célula biológica necesita poder adaptarse con éxito a sus condiciones ambientales. La capacidad para hacerlo implica principios físicos y fuerzas mecánicas: para poder avanzar en nuestra comprensión fundamental de cómo los microbios pueden moverse, es importante que podamos medir las fuerzas mecánicas asociadas con su movimiento.

Las fuerzas que ejerce una célula viva o un microorganismo son pequeñas y, a menudo, no son mayores que unos pocos nanonewtons: un nanonewton es apenas una parte en mil millones de una barra de chocolate típica. Sin embargo, para las células y los microbios, estas fuerzas son suficientes para permitir que las células se adhieran a una superficie o que los microbios se muevan.

Ahora, un grupo de expertos, liderados por Matilda Backholm, ha presentado una técnica llamada “sensores de fuerza de micropipeta”, para medir con precisión las fuerzas de una amplia gama de organismos del tamaño de una micra. Los resultados se han publicado en Nature Protocols.

Una micropipeta es una aguja de vidrio hueca con un grosor de aproximadamente el diámetro de un cabello humano o incluso más pequeño. Una de las ventajas más notables de esta técnica es el hecho de que se puede aplicar a una gran variedad de sistemas biológicos, que van desde una sola célula hasta un microorganismo de tamaño milimétrico.

“El principio de funcionamiento de la técnica del sensor de fuerza de micropipeta es maravillosamente simple: al observar ópticamente la desviación de una micropipeta calibrada, las fuerzas que actúan sobre la pipeta pueden medirse directamente”, explica Backholm.

Juan Scaliter