Se abrió la puerta y los seis astronautas (un francés, un italiano, tres rusos y un chino) abandonaron una nave que nunca dejó la Tierra. Desde el 3 de junio de 2010 hasta hoy han permanecido encerrados en un pabellón sellado situado en Moscú, para llevar a cabo un experimento organizado de forma conjunta por la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Instituto Ruso de Problemas Biomédicos (IBMP).

Su objetivo: estudiar los efectos físicos y psicológicos sobre el ser humano de la convivencia en el reducido espacio de una nave espacial, con provisiones limitadas, luz artificial y nada de corrientes de aire fresco. Las conclusiones contribuirán mejorar las condiciones de futuras misiones reales a la Luna o al Planeta Rojo y los criterios en la selección de candidatos para tal aventura.

Durante los 520 días de internamiento, en los que no se ha simulado la ausencia de gravedad, los participantes han convivido en tres módulos, con un horario laboral de cinco días de trabajo y dos libres, en turnos alternos. Durante este tiempo han realizado una serie de experimentos científicos y pruebas de monitorización, para comprobar su evolución física y psicológica. Entre los principales focos de investigación se ha buscado la influencia del confinamiento en la dinámica de grupo y en los niveles de estrés, así como la relación de este con manifestaciones físicas como el funcionamiento del corazón o de sistema inmunológico.

Los astronautas también han llevado a cabo un estudio sobre la evolución de unos involuntarios compañeros de nave: la comunidad de microbios que se desarrolla en ese entorno cerrado. Su influencia en la flora microbiana de los propios astronautas y la reacción a nuevos bactericidas han constituido los principales aspectos de esta investigación.

Además, en el mes de febrero, tres de los tripulantes se desplazaron al módulo que reproducía una cápsula de aterrizaje en Marte para “viajar” a otro módulo, réplica de la superficie marciana. Una vez allí realizaron varias salidas de tres horas de duración cada una, en las que practicaron el manejo de un robot y la toma de parámetros con la ayuda de sensores. Tras finalizar esa misión, pasaron tres días de cuarentena en la cápsula antes de reunirse con sus compañeros en la otra parte de las instalaciones.

A partir de ahora, se abre un período de análisis de los datos recogidos durante todo el proyecto, que se utilizarán tanto para aplicaciones en las misiones espaciales, como para estudios generales sobre la salud y el comportamiento humanos.

Pilar Gil Villar