¿Qué daríais por hacer una eliminación selectiva de aquellos momentos que están grabados a fuego en tu memoria, pero que te provocan malestar recordar? No se trata de una técnica al estilo que vimos en la película de Kate Winslet y Jim Carrey, «¡Olvídate de mí!», sino más bien una especie de amnsesia inducida por medio del anestésico propofol. Un estudio reciente publicado en la revista Science Advances ha conseguido demostrar que una dosis puede llegar a dificultar la memoria de ciertas historias de calado emocional, las cuales pueden acabar convirtiéndose en recuerdos difusos apenas 24 horas después de que una persona se recupere de una sedación como esta. Antiguamente, este tipo de técnicas implicaban el uso de terapias electroconvulsivas, pero la sedación resulta menos invasiva en la mente, de ahí que se haya optado por esta vía para el estudio, y que pueda sentar las bases para el tratamiento de personas con estrés postraumático (TEPT).
Para la líder del estudio, la neurocientífica española Ana Galarza Vallejo, de la Universidad Politécnica de Madrid, es solo cuestión de tiempo que esto se lleve a cabo, pero aún queda mucho por investigar. Hace unas semanas, publicamos un estudio relacionado con el mismo objetivo, olvidar aquello que nos traumatiza. En este caso, la psicóloga de la Universidad de Texas, Tracy Wang, nos animaba a eliminar esos recuerdos de manera activa, focalizando nuestra energía en borrarlos de la mente. Pero ahora, se ha dado un paso más, ayudándose de una pequeñas dosis de anestesia.
¿Cómo se llevó a cabo?
El equipo de Galarza se sirvió de 50 pacientes que iban a ser intervenidos de una pequeña colonoscopia o gastroscopia en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Todos ellos iban a ser sedados con propofol, así que aprovecharon este escenario para poder llevar a cabo su investigación. Una semana antes, cada uno de ellos vieron dos historias en forma de presentación de diapositivas las cuales contenían un suceso impactante: un accidente de coche en el que un niño se veía envuelto, así como el secuestro de una joven. Ambas acababan con final muy neutro, por lo que estas trágicas imágenes se convertían, presumiblemente, en fáciles de recordar.
Siete días después, justo antes de recibir la sedación, se les pidió a los participantes que volvieran a ver las historias, pero en esta ocasión se habían eliminado partes que debían recordar. Querían ver el antes y el después de pasar por quirófano. Tas la intervención, la mitad de ellos fue sometido a un examen parecido de respuestas múltiples en el que debían resolver preguntas sobre lo que recordaban, y el resto lo hizo 24 horas después. Mientras que los primeros habían mantenido los recuerdos, a la otra mitad le resultaba difícil traer a su memoria partes de las historias, incluso las partes más sensibles.
Como conclusión a lo sucedido, Galarza entendió que el cambio en este grupo de personas se produjo en el proceso de reconsolidación de su memoria, en el cual estos participantes perdieron fragmentos de lo que habían visto hacía apenas unas horas. Los investigadores compararon además la dosis de anestesia recibida y el procedimiento en cada caso, y no había diferencia alguna entre unos y otros. La reactivación de la memoria justo antes de sedar a la persona, parecía ser la clave.
Galarza y su equipo no saben por qué afectó a unos recuerdos más sensibles que a otros, pero anteriores estudios sobre animales indicaron que la amígdala, la región del cerebro asociada con la emoción y el miedo, y sus conexiones con el hipocampos de consolidación de la memoria son particularmente sensibles al propofol. Así que por ahí podría haber una línea de investigación en la que profundizar.
El futuro pasaría ahora por encontrar nuevos pacientes que se ofrecieran a anestesiarse, pero fuera de un proceso de intervención quirúrgica, y estudiar mejor hasta qué punto son capaces de olvidar aquellos malos episodios estancados en su memoria. ¿Quizá recordándolo justo antes de recibir la anestesia?
Seguiremos atentos…
Fuente: Live Science
Alberto Pascual García