Diversos estudios habían demostrado ya que la memoria es maleable y que los malos recuerdos pueden modificarse, lo que permitiría tratar a personas víctimas de una experiencia traumática. Lo que se ignora es cómo se crea y se almacena un recuerdo a nivel celular y molecular en el cerebro y de qué se puede cambiar el cableado que hay entre las neuronas para reescribirlo.

Pero ahora, una nueva investigación cuyos resultados han sido publicados en Nature, ha dado un paso más en este apasionante campo. Un equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU), liderado por Roger Redondo y Joshua King, han logrado alterar recuerdos negativos en ratones usando una técnica conocida como optogenética, que permite utilizar la luz como agente inductor que actúa sobre las neuronas que almacenan el recuerdo haciendo que éste se reactive y con él la emoción que va asociada, ya sea positiva o negativa.

El año pasado los investigadores del MIT ya lograron implantar falsos recuerdos en sus cobayas pero ahora han ido un paso más lejos, modificando la percepción emocional de la memoria. El experimento consistió en dividir a los ratones en dos grupos. Los del primero, situados en el lado izquierdo de la jaula, recibían la visita de una hembra con la que socializaban. Ese recuerdo quedaba grabado en el hipocampo de cada roedor. Insertando fibra óptica en sus cerebros, los investigadores fueron capaces de estimular mediante un haz de luz la amígdala de cada cobaya, que es la región que codifica el componente emocional de dicho recuerdo. Como en este caso se trataba de uno positivo, cada vez que los científicos interactuaban sobre la amígdala reavivando sus recuerdos, los ratones regresaban a la zona de la jaula donde habían «jugueteado» con la hembra. Pero el proceso podía ser alterado de forma perversa… Si al activar mediante la optogenética la amígdala de cada ratón, le provocaban también una descarga eléctrica, el recuerdo inicialmente positivo, se transformaba en negativo, y el animal ya no volvía al lado izquierdo de la jaula.

Y el proceso a la inversa funcionaba igual. Los ratones del segundo grupo, ubicados en el lado derecho de la jaula, recibían descargas eléctricas.En su caso, al reavivar el recuerdo negativo activando su amígdala con la luz, se conseguía que los cobayas rehuyeran aquella zona a toda costa. Pero si mientras se producía esa reactivación los científicos introducían una hembra en la jaula, la sensación negativa de dicho recuerdo quedaba anulada y era sustituída por otra positiva.

De momento, los investigadores ya han anunciaod que no ha previsto realizar ningún experimento similar con voluntarios humanos, pero los resultados arrojan datos muy interesantes sobre los que seguir trabajando.

Redacción QUO