El alcohol mata a más de un 5% de la población mundial cada año y las malas costumbres alimentarias, son una de las principales causas de muerte a nivel global. Por lo tanto, si unimos ambas, el peligro es evidente. Pero, ¿qué nos lleva a buscar alimentos con alto contenido graso tras una noche de exceso? Ahora, una nueva investigación en ratones, sugiere que un circuito en el cerebro podría ser una de las razones por las cuales beber en exceso y los antojos por la comida basura van de la mano. Los hallazgos se han presentado en la reunión anual de la Sociedad Americana de Fisiología (APS).
«La obesidad y el alcoholismo – señalan los autores, liderados por Caitlin Coker – , dos de los trastornos crónicos más comunes en los Estados Unidos y Europa, pueden estar relacionados con comportamientos como el consumo excesivo de dietas ricas en grasas y el consumo excesivo de alcohol ya que ambos utilizan el mismo neurocircuito». Su hipótesis es consistente con investigaciones previas que sugieren que el consumo de alcohol afecta las mismas áreas del cerebro que controlan el comer en exceso.
El equipo de investigación estudió los patrones de alimentación y bebida de tres grupos de ratones adultos:
Un grupo, llamado dieta alta en grasas, tuvo acceso continuo a una dieta alta en grasas y acceso limitado a agua potable mezclada con alcohol (cuatro horas por día, cuatro días a la semana).
El segundo siguió una dieta normal y contaba con el mismo acceso limitado a la bebida alcohólica. Este fue el grupo de la dieta normal.
El último tenía acceso tanto a la dieta alta en grasas, como a la normal, así como a la mezcla de agua y alcohol. Los tres grupos tenían acceso ilimitado a agua.
A lo largo del ensayo, de 8 semanas, el equipo de Coker aumentó gradualmente la proporción de alcohol y agua potable de 10 a 20%.
Los resultados mostraron que el tercer grupo se involucró en un ciclo de aumento y pérdida de peso asociado con comer en exceso. Esos ratones también bebieron más alcohol que agua, mostrando una clara preferencia por el alcohol, en comparación con los dos primeros grupos. Aunque no se han estudiado los resultados a largo plazo en seres humanos, esta investigación sugieren que limitar el acceso a alimentos con alto contenido de grasa promueve patrones de alimentación similares a los atracones, que a su vez activan el cerebro para consumir alcohol.
“Dada la creciente tasa de consumo excesivo de alcohol y obesidad en los últimos años, creemos que este nuevo modelo será de importancia crítica en el futuro cercano», concluye Coker.
El estudio se titula Cross-sensitization to binge alcohol intake following binge intake of palatable diets.
Juan Scaliter