Existe documentación suficiente sobre las prácticas dietéticas medievales de la nobleza y las instituciones eclesiásticas, pero, hasta ahora, desconocíamos qué alimentos consumió el campesinado medieval. Un equipo de la Universidad de Bristol ha podido examinar la alimentación cotidiana de los habitantes de una pequeña aldea de West Cotton, en Northamptonshire, a partir de los restos de unas vasijas.
Estas 73 ollas desgastadas fueron descubiertas hace tres décadas, cuando un grupo de arqueólogos cavaba en una de las aldeas más antiguas de Inglaterra. Aún conservaban restos de su última comida, lo que ha proporcionado una visión fascinante de cómo pudo transcurrir la vida cotidiana para estas personas. Los investigadores de la Universidad de Bristol han extraído químicamente los residuos de alimentos entre la arcilla de estas piezas mediante una técnica moderna llamada análisis de residuos orgánicos.
Por primera vez se ha utilizado un enfoque molecular e isotópico combinado de residuos absorbidos, proveniente de un conjunto de cerámica de hace 500 años. Su contenido refleja la importancia en la dieta de estas personas de los productos procedentes de rumiantes y las hortalizas de hoja que, seguramente, les sirvió para aderezar los guisos y potajes, pilares de la dieta medieval. Junto con los estofados de carne y repollo, los lácteos, la mantequilla y el queso, conocidos como las grasas de los pobres, constituían la base de su alimentación.
Guisos y potajes
«Esto confirma que la cerámica probablemente habría desempeñado un papel importante en la cocina medieval, permitiendo la cocción lenta de los guisos y los potajes”, escriben los investigadores en un artículo publicado en Journal of Archaeological Science.
Aparte de unos pocos documentos y relatos históricos, el descubrimiento representa la primera evidencia directa de un menú medieval en Inglaterra. Y a pesar de que las dietas reales están bastante bien documentadas, hasta ahora, los historiadores no estaban muy seguros de lo que comían las clases más bajas.
«La asociación entre el repollo y la carne guisada es particularmente notable, ya que hay pocas referencias en otras fuentes para la práctica culinaria campesina y un guiso de este tipo no se encontró en las cocinas de alto estatus», continúan los autores. «Hay también alguna evidencia de procesamiento del producto porcino, pero, curiosamente, parece que el pescado no se destacó significativamente en la dieta campesina medieval».
A partir de estos resultados y comparándolos con los restos de animales medievales que también se encontraron en el sitio, el equipo ha podido escribir una especie de libro de cocina campesino con detalles muy precisos sobre qué comieron y cómo lo mataron y prepararon y de qué manera eliminaron sus residuos. «Con demasiada frecuencia en la historia se desconocen los detalles, por ejemplo, la comida y la ropa, de la vida cotidiana de las personas comunes», indica la investigadora principal Julie Dunne, geoquímica de la Universidad de Bristol.
Marian Benito