Tres años de vida son suficientes para que un niño sepa distinguir entre el bien y el mal, lo correcto de lo indebido. Pero no solo eso. También está dispuesto a castigar el mal comportamiento y a fomentar el positivo, incluso aunque tenga que pagar un precio personal por ello. Es la conclusión de una investigación realizada en la Universidad de Nueva York y dirigida por el psicólogo Daniel Yudkin.

«La moralidad se trata de algo más que hacer el bien uno mismo, también se trata de fomentar el buen comportamiento en los demás», resalta el psicólogo, cuyo estudio acaba de ser publicado en Journal of Experimental Psychology. Los científicos, que incluían a los profesores de Psicología de la Universidad de Nueva York, Marjorie Rhodes y Jay Van Bavel, trataron de comprender mejor un rasgo únicamente humano: nuestra disposición a castigar, aún a un costo personal, a los malos actores, aunque no nos hayan hecho daño directamente. «Este comportamiento, conocido como castigo costoso de terceros, es interesante porque se cree que subyace a la concepción de la justicia de las personas», explica Yudkin.«Específicamente, se relaciona con la justicia porque involucra a personas que se aseguran de que otros estén actuando de manera justa”.

¿Por qué una investigación con niños?

La razón es clara: ver qué pensamos sobre el castigo en una etapa temprana de la vida puede arrojar luz sobre los procesos psicológicos subyacentes que impulsan este comportamiento. Más de 200 participantes, de entre tres y seis años, fueron llevados de uno en uno a un aula con una gran diapositiva roja en la esquina y se les mostró un vídeo de una niña, Stacey, rompiendo el dibujo de otra persona. Se les dijo que Stacey planeaba regresar a la habitación más tarde para jugar en la diapositiva. A continuación, se les dio la opción de castigar a la pequeña, con un costo para ellos, ya que se les negaría la oportunidad de disfrutar de la diapositiva. Sorprendentemente, alrededor de la mitad de los niños en todos los grupos de edad, incluidos algunos de tan solo tres años, sancionaron con un castigo costoso. Las tasas aumentaron con la edad: los niños de cinco y seis años castigaron aproximadamente tres veces más que los de tres y cuatro.

¿Somos morales o queremos quedar bien?

Aunque no está muy claro, en general los investigadores advierten una tendencia a dejar en buen lugar nuestra reputación. Otra posibilidad es que sea innato. Es decir, que las personas están intrínsecamente dispuestas a respetar las reglas morales. «Al demostrar que incluso algunos niños de tres años de edad aplican castigos costosos, proporcionamos evidencia de que la reputación no es lo único que impulsa este comportamiento», señala Yudkin,

«Por supuesto, no podemos decir con certeza si este comportamiento es innato o aprendido en los primeros años de vida», concluye. «Pero se suma a la creciente evidencia de que, a una edad muy temprana, los humanos están predispuestos a hacer el bien y alentar el buen comportamiento en los demás».

Marian Benito