Desde su aparición, más de 540 millones de años atrás, la vida multicelular evolucionó bajo la influencia tanto del entorno no biológico como del biológico. Pero el cambio entre estos factores sigue siendo en gran parte desconocido. Hasta ahora. De acuerrdo con un reciente estudio, publicado en Nature Geoscience, los océanos, tal como lo entendemos hoy, fueron moldeados por un cambio evolutivo global hace alrededor de 170 millones de años.
Hasta ese momento, el éxito de los organismos que vivían en el medio marino había sido controlado principalmente por factores no biológicos, como la química oceánica y el clima.
Sin embargo, desde mediados del período Jurásico (hace unos 170 millones de años), factores biológicos, como las relaciones depredador-presa, se volvieron cada vez más importantes.
De acuerdo con los autores, liderados por Kilian Eichenseer, este cambio coincidió con la proliferación de un tipo de plancton capaz de producir carbonato de calcio y su posterior deposición en el fondo del océano. Los resultados muestran que hasta la mitad del período Jurásico, el éxito ecológico de este tipo de organismos estaba estrechamente relacionado con la composición de sus conchas: los organismos que secretaban el mineral que era favorable para el medio ambiente, tenían una ventaja evolutiva.
Así auge de este nuevo tipo de plancton estabilizó la composición química del océano y proporcionó las condiciones para una de las diversificaciones más destacadas de la vida marina en la historia del planeta.
“Hoy en día – explica Eichenseer en un comunicado –, grandes áreas del fondo oceánico están cubiertas con una sustancia similar a la tiza, compuesta por organismos microscópicos que alcanzaron el dominio en la mitad del período Jurásico. La masa calcárea ayudó a equilibrar la acidez del océano y gracias a ello los organismos estaban menos a merced de las perturbaciones a corto plazo de la química oceánica. El resultado es que es más fácil segregar una concha, independientemente de su mineralogía, si la química oceánica es estable.”
Juan Scaliter