Su excelente aspecto en el interior de la vitrina hace difícil pensar que sean los guantes que llevaba Neil Armstrong cuando caminó sobre la superficie de la Luna el 21 de julio de 1969. La misión Apolo 11 se envió al espacio el 16 de julio de 1969 y llegó el 20 de julio. Medio siglo después, esos guantes sufren un innegable deterioro que podría ser irreversible.
Fueron fabricados y usados por el propio astronauta, comandante de la misión. Una cubierta exterior de tela Chromel-R con aislamiento térmico le brindaba protección al manipular objetos extremadamente calientes o fríos. El Chromel es una aleación de níquel (90%) y cromo (10%) que puede usarse a temperaturas de hasta 1.100º C. Los parches más pequeños de esta misma fusión formaron una capa exterior del traje espacial con el fin de conseguir resistencia a la abrasión, evitando al mismo tiempo problemas de flexibilidad.
Las puntas de los dedos están hechas de caucho de silicona azul para proporcionar sensibilidad. Esta es precisamente la parte que muestra una degradación mayor, aunque no es tan fácil observarlo a simple vista.
Actualmente, se encuentran en un mostrador del taller que está cerrado al público en el anexo del Smithsonian Air and Space Museum, cerca del aeropuerto de Washington Dulles. Su apariencia es buena, casi intacta, más teniendo en cuenta su largo viaje a la Luna hace ya 50 años. Sin embargo, después de cinco décadas nada se puede hacer para evitar que la goma se vuelva rígida y quebradiza, lo que provoca que haya empezado a rasgarse.
Este proceso de deterioro tiene su lógica, según explica Lisa Young, conservadora del museo: «Se hicieron para usarlos una sola vez, llegar a la luna y volver. Se calculó que tendrían una vida de seis meses y, de momento, han durado ya 50 años”.
Restos de polvo lunar
El esfuerzo de Young y su equipo por frenar su descomposición es similar al que se realiza, desde 2006, sobre el traje espacial que usó Armstrong, objeto de culto para varias generaciones. Los materiales adhesivos entre las capas que lo componen son los que están dando más problemas en la restauración. Los ingenieros de la NASA en ese momento creían que habían elegido los mejores materiales posibles para la misión, aunque en realidad no sabían la composición del suelo lunar.
«El polvo lunar es mucho más abrasivo de lo que habíamos anticipado», dijo Cathleen Lewis, celadora de los trajes espaciales del museo. “Bajo el microscopio,vemos los gránulos de polvo lunar incrustados y erosionando las fibras de acero» detalla. El traje volverá a exhibirse a partir del 16 de julio, cuando el mundo celebre el 50 aniversario de la misión Apolo 11 que hizo caminar al primer hombre sobre la Luna.