Recién llegado a la vida, el bebé se enfrenta una lista de desafíos abrumadora: respirar, succionar, indicar que tiene hambre, sueño o sed, mantener la temperatura de su cuerpo, dormir sin el movimiento uterino que hasta ahora le mecía o aprender a defenderse del polvo, bacterias y virus con los que va a tener que convivir. Pero la revolución más fascinante en estos momentos de vida transcurre invisible en sus moléculas.

Muestras de sangre diminutas

Un equipo internacional de investigadores del hospital infantil de Boston realizó análisis de sangre durante los primeros siete días de recién nacidos. Su primera sorpresa fueron los miles de cambios en la expresión de sus genes y los componentes de su aún inmaduro sistema inmunológico. Lo hacen siguiendo un camino muy específico y un patrón que ha resultado común en todos los bebés.

Los detalles de la investigación han sido publicados en la revista Nature Comunication. A partir de una diminuta muestra de sangre (menos de un mililitro) extraída a 60 niños sanos, la mitad en Gambia y la otra mitad en Papúa Nueva Guinea, los autores pudieron deducir una gran cantidad de datos, como activación del ARN, producción de proteínas o cambios en los metabolitos y citoquinas. Se tomaron muestras el mismo día del nacimiento, el tercero y el séptimo.

Se identificaron un total de 684 proteínas diferentes en muestras de plasma de sangre periférica. «Hemos visto miles de cambios en la primera semana de vida, incluidos los cambios en la expresión génica y los componentes del sistema inmunológico», indica Casey P. Shannon (Canadá), uno de los autores. Los investigadores dicen que estos cambios siguieron patrones regulares y, por lo tanto, predecibles en todos los bebés estudiados, nacidos en dos poblaciones muy diferentes. Esto significa que el sistema inmunitario en particular, aunque es inmaduro en los recién nacidos, no es aleatorio.

La primera semana de vida se caracteriza por una mayor susceptibilidad a las infecciones y se reconoce cada vez más como un determinante importante de la salud general para la vida futura. Los enfoques de biología de sistemas, que emplean mediciones moleculares y celulares de alta dimensión (OMIC), junto con enfoques analíticos imparciales, han aumentado la comprensión en adultos, pero faltaba aplicarlo en el período más crítico de la vida humana, la primera semana fuera del útero. Para llevar a cabo la investigación, antes los científicos han tenido que desafiar las dificultades que planteaba la cantidad limitada de muestras biológicas y los cambios fisiológicos tan rápidos inmediatamente después del nacimiento.

Esperan que su trabajo sirva como telón de fondo de futuros estudios para comprender mejor las influencias genéticas y epigenéticas en su desarrollo, la microbiota, los alimentos, las enfermedades con las que el niño se puede enfrentar y el impacto de cualquier intervención médica o tratamiento con antibióticos, vacunas y otros medicamentos.

Marian Benito