Cuando comenzó a operar a pleno rendimiento a finales de 2010, la línea del National Ignition Facility (NIF) superó con creces al resto de láseres de laboratorio. El sistema NIF es 60 veces más energético que Nova, su predecesor en el Laboratorio Lawrence Livermore y anterior récord con 16 billones de vatios. Pero el logro no ha resultado sencillo. La maquinaria y los componentes electrónicos que activan el láser NIF requieren un espacio mayor que un estadio de fútbol.

Analicemos los datos que fascinan a los fanáticos de los rayos láser. 192 rayos impactan contra una diana situada en una cámara de 453.592 kilos de peso con 10 metros de diámetro y paredes de 50,8 centímetros de grosor. Para evitar fugas de radiación la cámara está cubierta por paredes de 1,8 metros de grosor. Cada ráfaga de láser de 20 nanosegundos hace estallar materiales en la cámara con 500 billones de vatios, mil veces el consumo de energía eléctrica estadounidense en el mismo periodo de tiempo.

Semejante fuerza está destinada a la investigación en el campo de la fusión, a la astrofísica (para estudiar las condiciones en el centro de Júpiter) y a generar detonaciones termonucleares en el desarrollo armamentístico.

Redacción QUO