La madrugada del pasado 25 de mayo, la aeronave Solar Impulse aterrizaba en el aeropuerto de Barajas (Madrid), tras realizar el primer tramo de su trepidante aventura: volar durante casi 30 horas con un pionero carburante en la ingeniería aeronáutica: el Sol. Mañana le toca completar el segundo tramo de su viaje y volar hasta Rabat (Marruecos) vía Tánger, donde llegan con una semana de retraso debido a que las condiciones climatológicas han impedido hasta ahora el despegue. Allí, será uno de los participantes en la inauguración de la planta termo solar que se está construyendo en Rabat y que presume de ser, en un futuro, la planta más grande del mundo. Según informa su memoria, dispondrá de una capacidad de 160 megavatios.
Su primer tramo, Suiza – Madrid, fue lento pero eficiente, a una velocidad de 50 km/h el Solar Impulse se elevó a más de 9.000 metros de altura, tardando unas 15 hr en completar el trayecto. El prototipo, realizado en fibra de carbono especial y cubierto con 12.000 células fotovoltaicas que le permiten mantenerse en el aire, no tiene más potencia que una motocicleta de baja cilindrada.
Por ahora el prototipo de Solar Impulse solo admite a un viajero, de ahí que los responsables del proyecto hayan tenido que turnarse para realizar los distintos tramos. Mañana se encargará de completar la aventura el piloto Bertrand Piccard, también fundador de la pionera idea.
La iniciativa de este grupo de suizos está financiada con presupuesto tanto público como privado, y cuenta con 85 millones de euros para su desarrollo a un plazo de diez años. Según los promotores de la idea, en un plazo de máximo 10 años estos aviones podrían sustituir a los actuales.
Si nada lo impide y el tiempo nos acompaña, mañana podremos disfrutar del fin de la aventura del Solar Impulse.
Redacción QUO