Hoy, quedan seis glaciares ubicados entre los picos más altos de las tres cordilleras que atraviesan el país. Por su cercanía al ecuador, se denomina a estos glaciares ‘ecuatoriales’. Ecuador, Nueva Guinea y África oriental albergan el resto de estos glaciares y, también aquí, el hielo está desapareciendo. Aunque se cree que la causa es algún tipo de interacción climática que se estaría dando a grandes alturas, lo cierto es que los científicos todavía están tratando de explicar su mecanismo.
«En los últimos seis años ha habido un desequilibrio total», dice Jorge Luis Ceballos, un científico del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM). Ceballos nos cuenta que, en los últimos años, los fenómenos de El Niño y La Niña han afectado a las condiciones climáticas de las cordilleras y teme que pronto los glaciares sean relictos «Si estas condiciones persisten, es probable que desaparezcan por completo en los próximos 30 o 40 años».
Ceballos y un equipo del IDEAM han instalado cinco estaciones meteorológicas en los picos más altos de Colombia para monitorear la temperatura del aire, la radiación solar y otros factores que podrían estar causando el retroceso de los glaciares. Colombia ha perdido 13 glaciares de los 19 que tenía un siglo atrás. Ceballos espera que, con su vigilancia constante, elucidará la causa.
Stefan Hasenrath, profesor emérito de la Universidad de Wisconsin y experto en glaciares ecuatoriales ha hecho trabajo de campo en Ecuador, Nueva Guinea y África oriental. Hasenrath ha invertido décadas al estudio del retroceso de estos glaciares y subraya que varios factores lo impulsan. Su investigación de la cobertura de nubes sobre el monte Kilimanjaro apunta a un factor importante: la radiación solar.
«No es tan sencillo como a la gente le gusta pensar», dice Hasenrath. La idea de que las temperaturas más cálidas son la única razón tras el retroceso de los glaciares ecuatoriales es incorrecta. Por encima de cierta altitud, la radiación solar es el factor impulsor porque, al calentar el aire alrededor de los picos éste puede contener más vapor de agua. Una humedad que, de otro modo, habría precipitado y pasado a formar parte de la masa glaciar.
Otro concepto para apreciar, explica Hasenrath, es cómo ocurre la fusión en altas altitudes. Con las temperaturas del aire muy por debajo de cero, la única manera en la que el glaciar se puede derretir es a través de la evaporación. Esto requiere una gran cantidad de energía pero la disminución de la cobertura de nubes permite que suficiente radiación solar incida en el hielo impulse la evaporación que haría retroceder los glaciares. Hasenrath ha estudiado este fenómeno en el Kilimanjaro, en África oriental. A menor altitude como en el Monte Kenia y Ruwenzori, la temperatura puede subir por encima de cero grados Celsius y, por tanto, el agua puede aparecer en forma líquida.
Las teorías de Ceballos y Hasenrath no son diametralmente opuestas—de hecho, son complementarias. El retroceso de los glaciares de alta montaña bajo condiciones tropicales no se ha estudiado tanto como los glaciares en otras latitudes. Puede ser que un cóctel de cambios atmosféricos a estas alturas esté causando su retroceso. Ambos proponen más vigilancia en estas regiones.
Uno de los glaciares colombianos que continuamente visita Ceballos es Ritacuba Negro en el parque nacional natural El Cocuy, a 250 kilómetros al noreste de Bogotá. La tundra alpina—conocida como el páramo—está rodeada de picos nevados y salpicado de frailejones, arbustos llamados así por su apariencia de fraile. La tundra en Ritacuba Negro una vez alojó un gran glaciar. ¿La evidencia de Ceballos? Una acuarela pintada en 1851 por el geógrafo italiano Agustín Codazzi. El glaciar ha retrocedido hasta un lugar que se encuentra a cinco horas de caminata del punto indicado en la acuarela. Ceballos e IDEAM estiman que ese glaciar está retrocediendo a un ritmo de entre 20 y 25 metros por año.
Afortunadamente para los colombianos, la mayoría de ellos no dependen de los glaciares para su agua potable—con la excepción de unas pocas aldeas cerca de Cocuy—señala Ceballos, a diferencia de las regiones situadas cerca de los Himalayas. Podría ser por esto que los glaciares se mantienen tan distantes en la conciencia colombiana. Ceballos suspira: «Los glaciares se ven en Colombia como algo muy lejano, estático y quieto».
«Pero los glaciares son una alarma que ha estado ocurriendo por décadas», dice Ceballos. «Nos dicen que en las altas montañas de los Andes se están produciendo cambios fuertes y rápidos». Y la desaparición de estos glaciares podría afectar el páramo, los bosques y otros ecosistemas, dice el científico, aunque el alcance de este impacto seguirá siendo desconocido sin más vigilancia. Ceballos tiene una pregunta que requiere más investigación: ¿podrían las temperaturas superficiales del Pacífico estar afectando a los glaciares colombianos? La buena noticia es, en un esfuerzo de financiar más ciencia básica, el gobierno colombiano está costeando las expediciones mensuales de Ceballos a los glaciares de su país.
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Redacción QUO