La polémica científica de los últimos días la ha desatado el astrónomo Bill Webber, académico emérito de Astronomía de la Universidad de Nuevo México, al anunciar que la sonda Voyager 1 había rebasado los límites del Sistema Solar. O sea, que ha alcanzado eso que llaman el espacio interestelar. Webber se apoyaba en un artículo suyo publicado por una revista científica.
Pero la NASA, «dueña» de la sonda y de su gemela Voyager 2 –lanzadas en 1977 para estudiar nuestro sistema– lo ha desmentido por boca de Edward Stone, responsable científico de la misión en el Instituto de Tecnología de California (CALTEC), en Pasadena.
En realidad, ambos podrían tener razón, si atendemos a las explicaciones que Javier Armentia, astrofísico y director del Planetario de Pamplona, da a QUO. «Es una cuestión de criterios empleados y de calidad de los datos utilizados en el cálculo de la posición de la sonda», cuenta. Por un lado, el criterio admitido por la comunidad científica es que el límite del Sistema Solar está allí donde la influencia de las partículas de nuestro Sol ya no es superior a la de las partículas que provienen de otras estrellas de nuestra galaxia.
[image id=»58967″ data-caption=»La sonda ’Voyager 1’, lanzada en septiembre de 1977, y su gemela, la ’Voyager 2’, enviada poco después, se tienen por la misión más rentable de la historia por su increíble longevidad y buen funcionamiento.» share=»true» expand=»true» size=»S»]Y por otro lado, está la calidad de la medición de la cantidad de partículas, y la densidad de partículas (fotones por metro cúbico) que se considera ya poco influyente.
«Precisamente, en parte, se sabe gracias a las Voyager que el Sol se mueve respecto al resto de la Vía Láctea. En ese movimiento, a su alrededor forma una especie de membrana hecha de las partículas que despide. Se supone que el límite de la galaxia está en el arco de choque de esa membrana con las partículas de otras estrellas, llamada heliopausa», explica el astrónomo.
Aún así, es difícil delimitar cuánto mide esa «tierra de nadie» porque, precisamente, el movimiento del Sol y el carácter cambiante de sus vientos hacen fluctuar su grosor. En ese límite, tiene forma de arco porque, «igual que ocurre con el parabrisas de un coche», la heliopausa tiene un frente más acusado en la parte hacia la cual se mueve el Sol, comenta muy gráficamente el director del Planetario de Pamplona.
Así que, la sonda podría estar precisamente viajando por esa zona limítrofe, pero esa zona de «intercambio de aguas» puede tener un tamaño que se tarde años en recorrer. De ahí que ambos, la NASA y el astrofísico Webber tengan parte de razón.
Y remata sus explicaciones con ironía: «De todos modos, la propia NASA, en su afán de ser fuente de noticias, ya dijo en 2003 que la sonda viajaba ya por los límites del Sistema Solar».
Redacción QUO