A veces, cuando no entendemos bien lo que alguien nos dice, tendemos a fijar la mirada en sus labios. Y hacemos bien porque, en caso de confusión, nuestro cerebro se fía mucho más de lo que vemos que de lo que oímos, según confirma un estudio de la Universidad de Utah (EEUU) publicado en PLOS One.

El bioingeniero Elliot Smith ha comprobado que, cuando una persona escuchan una sílaba, mientras ven a alguien pronunciar otra muy parecida, su actividad cerebral era mayor en la zona que procesa las señales visuales que en la que se encarga de las señales auditivas. Ese reparto de actividad era justo el contrario si las sílabas vistas y oídas eran muy parecidas o muy diferentes.

Para comprobarlo, se pidió la colaboración de cuatro pacientes que iban a someterse a cirugía cerebral como tratamiento para la epilepsia. Durante la operación, se colocaron electrodos en los cerebros de los pacientes y se les pidió que miraran y escucharan un un vídeo centrado en la boca de una persona que iba pronunciando diversas sílabas, sincronizadas con sonidos que, a veces correspondía a la realidad y a veces estaba falseado.

Esa ilusión por la que atendemos antes a lo que vemos ya era conocida con el nombre de efecto McGurk, pero nunca antes se había observado cómo se originaba en el cerebro.

Elliot Smith, primer autor del estudio explica que “la gente cree que existe una estrecha conexión entre los fenómenos físicos del mundo que nos rodea y nuestras experiencias subjetivas, pero no es así”. Los autores consideran que sus hallazgos contribuirán al estudio del desarrollo del lenguaje en los niños y a comprender los casos de distorsión a la hora de procesarlo, como la dislexia. Además, indican que los dispositivos de reconocimiento de voz obtendrían mejores resultados si se les incorporase una cámara.

Pilar Gil Villar