CIENCIA

Carlos Duarte habla sobre las prospecciones petrolíferas

Qué consecuencias puede tener el proceso petrolífero?
R.- El elevado nivel acústico de los sondeos genera impacto sobre la zona marina, y en particular sobre mamíferos como las ballenas, cachalotes, focas, etc. Pueden provocar la muerte.

P.- Las petroleras dicen que el nivel sonoro de los sondeos está por debajo del umbral dañino para los cetáceos.
R.- El margen de seguridad del que se habla, 180 dB, no está suficientemente comprobado. Además, las frecuencias que se usan no se pueden modular a capricho, porque no siempre devuelven el eco necesario para evaluar el subsuelo. Cualquier análisis de la literatura científica indica que no solamente hay dudas razonables de que esas frecuencias sean el umbral de seguridad, sino que hay un impacto directo. No deberían autorizarse prospecciones de este tipo donde haya mamíferos marinos protegidos.

P.- Hay quien sostiene que el tráfico marítimo también genera mucho ruido.
R.- En las prospecciones sísmicas se lanza un cañonazo de aire comprimido. Eso es una barbaridad. No tiene nada que ver con el ruido marino que, por supuesto, también es perjudicial, pero hablamos de escalas completamente diferentes. Sería como comparar el daño que haces con un canuto y un granito de arroz con el que produces con una escopeta y una bala. Imagine el ruido que tiene que emitirse para que vibre el subsuelo que hay 4.000 metros por debajo del fondo marino. Eso no se hace con un sonidito. Cualquier persona del sector que ponga ese argumento sobre la mesa simplemente está cometiendo un fraude.

P.- ¿Es mayor el riesgo durante los sondeos sísmicos que durante la extracción?
R.- El mayor peligro se produce durante la fase de extracción. Basta recordar el accidente de la Deep Water Horizon, en el Golfo de México, o el de Montara en Australia, menos conocido pero similar en cuanto a daños. Generalmente, la catástrofe se produce por explosiones en pozos de sondeo o también impactos derivados de algún tipo de mal funcionamiento durante el proceso de extracción, e incluso de la carga en barcos. Ahí es donde la probabilidad de riesgo es mayor.

P.- ¿De qué manera debe actuarse en esos casos? ¿Debería existir un protocolo estandarizado?
R.- No solamente tiene que haber un cálculo de probabilidad del riesgo, sino también un programa sólido de actuación. Primero, de monitorización de toda la zona afectada, de forma que si se produce un accidente, se pueda detectar y cuantificar el impacto. Si no se tienen datos previos, no se puede demostrar que algo ha cambiado. Además, hay que controlar zonas alejadas para poder ver qué modificaciones se producen ajenas a la extracción. Y luego, también hay que tener un plan muy detallado de actuación en caso de accidente.

P.- ¿Cómo afectan los vertidos de hidrocarburos al ecosistema?
R.- El daño más visible se produce sobre las aves marinas. También hay impacto sobre mamíferos marinos y en toda la cadena trófica. Al ser organismos móviles y ecosistemas conectados, las consecuencias se pueden extender mucho en el espacio, como vimos con el Prestige. Normalmente, sin embargo, excepto en zonas polares que son más vulnerables, la recuperación es sorprendentemente rápida, lo que no quiere decir que no haya daños y que el impacto sea asumible. Significa que no costará décadas revertir los efectos. Los impactos de accidentes de petróleo son menos devastadores en el plano temporal de lo que se creía.

P.- Repsol dice que desde que tienen la plataforma frente a Tarragona hay más gambas en la zona.

R.- Podría ser porque se establece un área de seguridad en torno al perímetro de la zona de extracción donde la pesca está prohibida. De alguna forma, se generan áreas protegidas. Pero, ¿qué pasa si hay un accidente, como ha ocurrido en Tarragona? Se multiplicarían por muchas veces los perjuicios respecto al beneficio. Hablar del aumento de gambas en la zona es dar una información interesada. Otra cosa es que, una vez abandonada la actividad petrolífera, sea más aconsejable mantener la plataforma que desmontarla. Ese es ahora el debate.

Marta García Fernández

MG

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