Hace doscientos mil años, nuestros antepasados consumían polvo de ocre rojo. Pero que nadie se piense que era una primitiva forma de drogadicción. Lo tomaban, seguramente, sin saberlo. Así lo explica Carlos Duarte, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en un artículo publicado en la revista Trends in Ecologoy & Evolution.
El investigador explica que esta sustancia era usada seguramente con fines decorativos o rituales y que los primitivos artistas lo mezclaban con aceite y grasa para darle más consistencia. Esas personas manejaban el polvo con sus manos y consumían accidentalmente sus restos cuando llegaba la hora de alimentarse.
Pero lejos de tener un efecto tóxico, el consumo del ocre rojo resultó beneficioso para nuestra especie. «Estos pigmentos pudieron suponer un aporte extra de hierro, fundamental para la salud reproductiva y el desarrollo cerebral», explica Carlos Duarte. «Una alimentación rica en productos de origen marino y una dieta adecuada en hierro siguen jugando un papel clave en la salud mental y reproductiva de nuestra especie, que se ha de cuidar particularmente durante el embarazo”, añade.
Redacción QUO