La zona de conflicto que más inquieta al mundo no está ni en Irán, Israel o Ucrania. Tampoco en Corea. La mayor preocupación de las grandes potencias se encuentra mucho más arriba, el espacio.
Puede sonar raro e incluso fantasioso, pero en realidad dentro del aparente vacío del espacio se encierra algo más. Más concretamente 1.3000 satélites que proporcionan al mundo comunicación, navegación GPS, predicción meteorológica y vigilancia planetaria. Todo esto con Estados Unidos como rey indiscutible.
Pero ahora China y Rusia han decidido cuestionar esta hegemonía con ambiciosos programas espaciales y militares propios. Y esta lucha de poder puede desatar un conflicto que paralizaría la infraestructura espacial de todo el planeta y extendería la guerra a la Tierra
Hay muchas formas de destruir un satélite al margen de volarlo con un misil. Una nave espacial podría acercarse a uno de ellos y arrojar pintura sobre su visor óptico. O también podría romper sus antenas de comunicación y desestabilizar su órbita.
Esta amenaza de guerra en el espacio no es nueva. Ante el temor de armas nucleares soviéticas lanzados desde la órbita, EE.UU comenzó a probar a finales de 1950 armas anti-satélite. La vigilancia espacial se convirtió en en un componente muy importante de la Guerra Fría. Durante este tenso periodo, la URSS desarrolló naves espaciales capaces de localizar y destruir satélites espía de Estados Unidos. Sin embargo el conflicto nunca llegó a estallar.
Hoy día la mayor amenaza es la llamada basura espacial. Las órbitas baja y alta de la Tierra se han convertido en grandes focos de actividad científica y comercial con cientos de satélites de 60 nacionalidades diferentes que recorren el universo a velocidades muy altas.
La forma más rápida de destruir uno de ellos es lanzar algo que se interponga en su camino. No hace falta ni que sea un objeto de gran tamaño, una simple canica es capaz de romper un satélite de millones de dólares. Hacer esto generaría unos escombros que deambularían por el espacio y podrían dañar más satélites, provocando una reacción en cadena.
El mayor riesgo de desechos se produjo en 2007 cuando China lanzó un misil para destruir uno de sus satélites meteorológicos. Esta prueba generó tal cantidad de basura que constituye casi una sexta parte de los escombros rastreables en la órbita.
Recientemente China ha puesto en marcha pruebas adicionales de armas cinéticas anti-satélites terrestres, como muchos expertos lo llaman. Rusia también esta desarrollando su propia forma de abordar, inspeccionar y sabotear satélites en la órbita.
Los funcionarios chinos aseguran que sus actividades militares en el espacio son simplemente experimentos científicos pacíficos. Por su parte los rusos permanecen en silencio. Esta puede ser la respuesta de ambos países ante un posible aumento clandestino de armas espaciales de Estados Unidos.
Según cuenta a Scientific American el experto en control de armas Michael Krepon, “estamos en proceso de echar a perder el espacio y la mayoría de las personas no se dan cuenta”. “El entorno espacial debe estar protegido como un bien común global. La basura espacial es muy fácil de hacer y muy difícil de limpiar, por lo que los esfuerzos internacionales deberían centrarse en la prevención de su creación”, añade.
Krepon también alerta que “como la posibilidad de accidentes aumenta, también lo hace la posibilidad de malinterpretarse como acciones deliberadas y hostiles en la lucha militar”. Sin duda una gran advertencia para que nos tomemos más en serio lo que pase más allá de la Tierra.
Redacción QUO