Para responder a la pregunta, el investigador de la Universidad de Leicester Andrew King reflexionó sobre la conocida voracidad de los agujeros negros supermasivos. Estos colosos del universo, que viven en el centro de las galaxias, nunca dejan de tener hambre. Engullen todo lo que se les pone a tiro, pero tienen predilección por los discos de gas que orbitan a su alrededor. Estos discos son inestables, y no es raro que ocasionalmente se desprenda de ellos una migaja que acaba convirtiéndose en una estrella. Ese es el punto crítico.

Mientras el disco le suministre alimento, el agujero negro crece. Pero si deja de hacerlo, se queda con el tamaño que haya alcanzado. Y eso es lo que pasa cuando se desgaja una nueva estrella. Lo que King ha calculado en su estudio, publicado en la revistaMonthly Notices Letters of the Royal Astronomical Society,es que la situación ocurre cuando la masa del agujero negro es unos 50.000 millones de veces la de nuestro sol, que a su vez equivale a unas 333.000 veces la de la Tierra.

“Lo significativo de este descubrimiento es que los astrónomos han detectado agujeros negros que tienen casi su masa máxima, gracias a la observación de la enorme cantidad de radiación que produce el disco cuando cae hacia el interior”, ha explicado King. Y ha añadido: “El límite de masa significa que este procedimiento no debería servir para detectar masas mayores que las que conocemos, ya que no habría un disco luminoso”. Pero eso no quiere decir que, teóricamente, no pueda haber agujeros negros mayores.

Al investigador se le ocurren al menos dos causas que podrían provocarlos. La primera es que un agujero negro cercano a su límite de masa se fundiera con otro agujero negro. La segunda, que tuviera la suerte de encontrar una estrella que comerse antes de alcanzar el límite de masa. Respecto a la manera de detectarlos, habría que recurrir a otras maneras igualmente posibles que podrían dar un retrato hasta del momento del supercoloso banquete.

Redacción QUO