Aunque numeroso, el registro fósil nos ha permitido conocer apenas el 2% de las especies que alguna vez han poblado nuestro planeta. Y si hablamos de preservación de tejidos (músculos, piel u otros órganos) la proporción se reduce notablemente. Por eso el hallazgo del primer corazón fosilizado de un animal prehistórico constituye un hito en la paleontología ya que permite a los expertos comprender con mayor profundidad los patrones evolutivos de los órganos.
Este nuevo descubrimiento publicado en la revista eLife, muestra el corazón fosilizado y perfectamente conservado con una antigüedad de entre 113 y 119 millones de años, de un Rhacolepsis, un pez teleósteo (de esqueleto óseo) y primo de la mayoría de los peces actuales. El fósil había sido hallado en la formación Santana, al noroeste de Brasil unos años atrás, pero su análisis reveló recientemente lo que escondía en sus entrañas.
Gracias al uso de microscopía tomográfica de rayos X de fuente sincrotrón, una técnica que permite escanear fósiles en tres dimensiones, sin dañarlos, el equipo, formado por José Xavier-Neto, del Laboratorio Nacional de Biociencia de Brasil, Lara Maldanis, de la Universidad de Campinas, Vicente Fernández, del European Synchrotron Radiation Facility y científicos de Suecia, los expertos detectaron no solo un corazón, sino también fibras musculares y partes del estómago.
La información obtenida del corazón del Rhacolepis muestra que se encuentra en una etapa intermedia entre aquellos con muchas válvulas (como el pez serpiente calamita, Erpetoichthys calabaricus, que tiene nueve válvulas) y el “modelo” más sencillo de los teleósteos actuales que solo tienen una. El Rhacolepis tiene cinco. Esto resulta un dato fundamental para alimentar nuestro conocimiento en anatomía comparada ya que muestra un eslabón entre la configuración más primitiva (muchas válvulas) y la más moderna. Este hallazgo, por ahora único, contribuye a comprender la evolución anatómica desde un punto de vista nuevo: casi toda la información obtenida hasta la fecha provenía de huesos, ahora los tejidos blandos, con características evolutivas propias, aportan una nueva enseñanza.
Juan Scaliter