Que levante la mano aquel que no ha perdido un calcetín en alguna ocasión. Miras en la lavadora, en el cesto de la ropa, debajo de la cama, sobre el pomo de la puerta… nada. En ese momento, no te queda otra que mirar con cara de póker al electrodoméstico de un solo ojo. Fijo que se lo ha tragado. Incluso llegas a imaginarte que los ingenieros diseñaron en secreto un monstruo devorador de calcetines en el interior.
Y lo cierto es que las lavadoras no comen calcetines. Al menos, no tanto como pensamos. Según explicó en una ocasión el Instituto de Ciencia de Whirlpool, tanto en las lavadoras de carga superior como en las de carga frontal, los calcetines pueden darse a la fuga. Lo hacen porque quedan atrapados en zonas que no están a la vista del usuario. En el caso de las lavadoras de carga frontal, pueden quedar atrapados bajo el caucho. En el caso de las máquinas de carga superior, el calcetín se puede colar a través del pequeño espacio que queda entre los tambores interiores y exteriores.
[image id=»83573″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Así que, efectivamente, es más que probable que la lavadora se esté tragando algunos calcetines. Además, otra cosa que suele ocurrir si eres de los que utiliza la secadora, es que la electricidad estática haya provocado que el calcetín se pegue a alguna otra prenda y pase completamente desapercibido mientras doblas la ropa.
Pero, como puedes imaginar, esto no puede ser la única razón de la desaparición de tantos calcetines. Y no te equivocas, falta el elemento más importante: reconocer que el problema está en tu cerebro. Se trata de un sesgo cognitivo.
La lavadora no se traga -tantos- calcetines. Todo está en tu cerebro
El año pasado, la división de Samsung en Reino Unido encargó al psicólogo Simon Moore y al estadístico Geoff Ellis que evaluasen la situación y descubriesen a qué podía deberse el aumento exponencial de calcetines perdidos por los usuarios. Según la firma, los británicos pierden una media de 1,3 calcetines todos los meses (15 al año). Eso son nada menos que 84 millones de calcetines perdidos cada mes. Mucho más de lo que cualquier lavadora se podría tragar. Entonces ¿dónde van a parar?
Según Moore, que entrevistó a más de 2.000 personas, la desaparición de los calcetines es el resultado de un sesgo cognitivo. Como explica el psicólogo para Mental Floss, «por poner un ejemplo, hemos encontrado una correlación entre desapariciones de calcetines y el tamaño de una casa. A más personas viven en un hogar, mayor probabilidad de perder calcetines». Ya que son más los que se implican en las tareas domésticas, si notan la falta de uno de ellos achacarán que otro lo encontrará o sabe dónde está. Cuando la falta se hace más que evidente, «todos acusan a la lavadora».
Un factor que contribuye a esto son los atajos mentales que tomamos para resolver los problemas. Si un calcetín se pierde, Moore asegura que la gente solo mira en los lugares más evidentes antes de darlo completamente por perdido. Según explica el psicólogo, «la mejor forma de encontrar un calcetín sería volver sobre nuestros pasos y averiguar dónde puede estar». Pero no es así, somos perezosos. «En lugar de mirar por detrás de los radiadores o debajo de las camas, aceptamos el calcetín que nos queda como una entidad singular, experimentamos un pequeño proceso de duelo breve y seguimos con nuestras vidas».
Lo más curioso, es que aquellas personas entrevistas por Moore que aseguraban disfrutar de hacer la colada, eran mucho menos propensos a perder calcetines. «Ellos, simplemente, prestaron más atención a los detalles». Por lo que el psicólogo piensa que aquellas personas que detestan las tareas domésticas siempre perderán calcetines. «Es mejor culpar a las lavadoras de nuestros propios fracasos. Lo mejor sería admitir que odiamos hacer esas tareas».
Fuente: mentalfloss.com
Redacción QUO