El trabajo está hecho. La maniobra de aterrizaje de 10 horas, programada. Solo queda cruzar los dedos y esperar que la sonda espacial Rosetta haya recopilado la información más ansiada por la Agencia Espacial Europea antes de que se estrelle contra el cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, mañana a mediodía. En ese momento, la vida de Rosetta se apagará para siempre a 600 millones de kilómetros de nosotros.

Tras una expedición de diez años, dos de ellos siguiendo al cometa, Rosetta afronta los últimos 20 kilómetros de su viaje con todos sus instrumentos concentrados en obtener la máxima información posible acerca de su compañero de viaje. Mientras se acerca a su superficie, tomará imágenes y no desviará su atención de cualquier aspecto que los científicos puedan considerar interesante. Es una tarea decisiva.

“Va a aterrizar cerca de una sima”, llamada Deir el-Medina en referencia a la ciudad del antiguo Egipto, ha explicado a Quo el coordinador de operaciones científicas de la misión Michael Kuetters. “La sima está activa, de sus paredes sale gas y polvo del cometa, y también hay unas estructuras que quizá estén formadas por los materiales que han formado los planetas”, ha añadido. Promete ser un filón para el conocimiento científico.

Los cometas son como los restos del la formación del sistema solar que se han mantenido congelados, al volar lejos del sol. Son como un frigorífico lleno de pruebas esperando a que un audaz detective abra la puerta.

“Quizá podamos entender más cosas sobre el desarrollo del sistema solar y la formación de la Tierra”. Aún más, las semillas de la vida podrían haber llegado hasta nuestro planeta a bordo de un cometa, lo que no puede dejar de encender la imaginación. Quizá el agua de los océanos viene de fuera del sistema solar, apunta Kuetters.

El final del viaje promete ser agitado, más parecido a un accidente que a un suave descenso. La gravedad del cometa acelerará la sonda hasta una velocidad de 3,2 kilómetros por hora. Luego se estrellará. “No necesariamente se destruirá, aunque tal vez los paneles solares sí lo hagan, pero perderá el contacto con la Tierra”, ha aclarado Kuetters. No quedará para exhibir en un museo, pero su testimonio será histórico.

Andrés Masa Negreira