Las dos especies vivas de bisontes (el europeo o Bison bonasus y el americano o Bison bison) son de los pocos miembros de la megafauna terrestre que ha sobrevivido a la extinción a finales del Pleistoceno. A pesar del extenso registro fósil que retrata la historia del pariente europeo, lo que sucedió más de 12.000 años atrás, sigue siendo un misterio. Al menos hasta ahora, porque un nuevo estudio, publicado en Nature Communications, daría una respuesta al enigma que, debido a su naturaleza esquiva, los científicos bautizaron como el «Bison de Higgs».

Mediante el análisis del ADN mitocondrial y diferentes estudios genómicos, un grupo internacional de expertos ha descubierto que el bisonte europeo es el producto de la hibridación entre el extinguido bisonte estepario (Bison priscus) y los ancestros del ganado moderno. Y, pese a haber pasado desapercibido en el registro fósil, el antepasado del bisonte europeo compartió el dominio ecológico de la región con su primo estepario durante al menos 55.000 años.
Esto, afirma el estudio, “es consistente conlos registros realizados por artistas de las cavernas que reflejaron las distintas formas morfológicas de ambas especies durante la última glaciación”.

Las pinturas rupestres reflejaban a estos animales con largos cuernos y grandes cuatros traseros (similares al bisonte americano)o con cuernos más pequeños y una giba de menor tamaño, más semejante al bisonte europeo actual.De acuerdo con Alan Cooper, uno de los autores del estudio y director del Centro Australiano de ADN Antiguo (ACAD), “una vez que surgió esta especie híbrida, se hizo fácilmente un nicho en el ecosistema y fue uno de los grandes mamíferos que sobrevivió a las extinciones de la megafauna. La clave de su diferencia con el bisonte europeo moderno es que este último, casi se extingue y toda su información genética proviene de una reducida población de 12 ejemplares”.

Juan Scaliter