La primera parte de la misión ExoMars tuvo ayer su momento álgido. El orbitador (GTO) y el módulo de aterrizaje Schiaparelli se separaron para emprender dos objetivos distintos. El primero, insertarse en la órbita marciana y comenzar la recogida de datos sobre su atmósfera. El segundo, llegar al suelo, enviar en las dos horas siguientes la señal de que todo iba bien a través de la nave Mars Express, y comenzar al menos dos días de recogida de datos atmosféricos.
La alegría llegó solo a medias. Tras un tenso silencio de más de dos horas, el Centro de Control en Darmstadt (Alemania) recibía la confirmación de que el orbitador seguía con éxito el plan previsto. Sin embargo, el destino de Schiaparelli era una incógnita. Y lo sigue siendo.
La rueda de prensa de esta mañana desde ese centro de control de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha confirmado que el escudo térmico consiguió decelerar el módulo tras la entrada en la atmósfera y que se desprendió. También que el paracaídas se desplegó para ralentizarlo aún más y se soltó. A partir de ahí, no está claro qué ocurrió.
La información hasta este momento se ha extraído de los datos que sí consiguió recoger y emitir Schiaparelli durante su descenso. Se han recibido en Darmstadt y deberán ser analizados con detenimiento. El director de Vuelos Tripulados y Exploración Robótica de la ESA, David Parker, aseguró que “siguen llegando y nos permitirán entender del todo y paso a paso qué ocurrió, y por qué no se produjo el aterrizaje suave”.
Andrea Acomazzo, director de la División de Misiones Solares y Planetarias, aclaró que el lapso desde el momento en que finaliza la transmisión de datos y el momento en que se esperaba el aterrizaje es de unos 50 segundos. La desviación del plan proyectado se produjo desde que se desprendió el paracaídas. Sin embargo, un análisis de la información recibida permitirá saber cómo de abrupto fue el encontronazo del módulo con el suelo marciano.
En los próximos días, los responsables de la misión continuarán intentando detectar alguna señal de Schiaparelli, e incluso obtener imágenes del mismo desde la Mars Express. Asimismo, coincidieron en que, en general, la información obtenida de la misión resultará de un valor extraordinario para futuros proyectos, como la propia segunda parte de ExoMars: el lanzamiento de un rover, previsto para 2020.
El próximo mes de diciembre, los gobiernos europeos deberán decidir si financian esa última fase con una cantidad que podría rondar los 300 millones de euros.
Pilar Gil Villar
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