La primera vez que el empresario holandés Bas Lansdorp deseó viajar a Marte, aún era estudiante. Fue a mediados de 1997, cuando la televisión emitió las imágenes enviadas a la Tierra por Sojourner, el primer vehículo espacial que se desplazó por la superficie de otro planeta. “Cuando vi las imágenes, por alguna razón quise ir a Marte y empecé a preguntarme: ¿Podemos hacerlo? Lentamente, me puse a trabajar en ello”.

En julio de 1997 era tecnológicamente inviable perforar una roca marciana, analizar su composición y transmitir los datos a la Tierra, como lo hace ahora el Mars Science Laboratory, conocido como Curiosity. Aun así, Sojourner conquistó un lugar importante en la historia de las exploraciones espaciales por presentarnos la primera galería del planeta Marte. En su corta vida –perdió la comunicación en menos de tres meses–, envió más de 16.000 imágenes, a partir de las cuales la NASA reconstruyó paisajes enteros del Planeta Rojo, que se convirtió en un destino por explorar.

Así lo vio Bas Lansdorp. Desde 1997 se propuso hacer posible viajar a él. Hoy, con 37 años, dirige el Proyecto Mars One, una asociación no lucrativa que busca comenzar la colonización de Marte con cuatro humanos en 2025.

Lansdorp se graduó en Ciencias e Ingeniería Mecánica en la Universidad de Twente (Holanda). En 2008 fundó la empresa de energía eólica Ampyx Power. Tres años después se centró en hacer realidad su sueño: “Vendí parte de mis acciones para tener capital inicial y empecé a trabajar a tiempo completo en Mars One en marzo de 2011”.

Un día marciano

No ha sido el único fascinado por Marte. Al ser uno de los cuerpos celestes que se identifican a simple vista desde la Tierra, siempre ha captado la atención de los humanos. Los babilonios lo llamaron Nergal y lo consideraron el rey de la guerra. Los egipcios lo nombraron Har Decher (el Rojo), y los griegos, Ares. Los mayas lo identificaban con el dios de la lluvia, Chaac. Los romanos –que le dieron su nombre actual– también lo relacionaban con la guerra.

Cautivó a William Herschel, uno de los más importantes astrónomos del siglo XVII, quien calculó en 25º la inclinación de su eje axial (el de la Tierra es de 23,5°) y determinó que un día marciano duraba 24 horas y 39 minutos; lo aceptado hoy son 24 horas y 37 minutos. El también fabricante de telescopios observó nubes de una tenue atmósfera e identificó el encogimiento y alargamiento periódicos de la mancha de hielo en los polos del planeta, que atribuyó –de forma correcta– al paso de las estaciones, casi el doble de largas que las nuestras, ya que un año marciano dura 687 días terrestres.

Los siete meses de viaje expondrán a los astronautas a una radiación 200 veces mayor que la que soporta una persona en la Tierra

En 1947, el científico Wernher von Braun, considerado el padre de la ciencia de los viajes espaciales, publicó los datos técnicos necesarios para una expedición tripulada a Marte. Dos años después de terminar la Segunda Guerra Mundial, y una década antes de que Rusia lograra poner un satélite en órbita, el Planeta Rojo ya era un objetivo a conquistar, como narra Jack W. Stuster en su libro Bold Endeavors.

Desde 1980, varias generaciones de astronautas de la NASA se han entrenado pensando que podrían ser los primeros en hacer el viaje a Marte. Así lo aseguró el ex astronauta John Grunsfeld en abril pasado, en un foro donde se detalló cómo la agencia espacial estadounidense planea una exploración humana del planeta en la década de 2030.

¿Dejas la vajilla para mañana?

Bas Lansdorp espera que su sueño se haga realidad en 2024, año en que planea lanzar la nave. Sus cuatro pasajeros llegarían a Marte en 2025 para nunca volver, ya que su misión será colonizar el planeta. A diferencia de la de la NASA, su iniciativa (que podría costar 6.000 millones de dólares) no será financiada por ningún gobierno, sino con patrocinios de diversas empresas y los derechos de transmisión de los documentales sobre el entrenamiento de los potenciales colonizadores. Bas Lansdorp explica que a partir de 2015 comenzarán a realizarlos y difundirlos. La empresa también piensa poner en órbita de Marte un satélite, en 2018, que realice las transmisiones cuando la colonia humana esté instalada. Para ello, publicaron un proyecto en la web de crowdfunding Indiegogo en diciembre de 2011. La campaña terminó en febrero de 2014 y consiguió que 8.151 donantes aportaran 313.744 dólares, el 78% de su meta de 400.000 dólares. Ya tienen fabricante: Surrey Satellite Technology Ltd. (SSTL), una empresa británica que ha puesto 41 satélites en órbita. “La llegada de los humanos a Marte para construir una nueva Tierra será un acontecimiento emocionantísimo. Queremos compartirlo con el mundo entero”, explica Lansdorp.

Se ha cuestionado si esta transmisión será un “Gran Hermano espacial”. Lansdorp lo niega e insiste en que las transmisiones tendrán “un estilo mucho más documental […], será televisión muy seria acerca de los humanos, dando el próximo gran paso para la humanidad”. Aunque la empresa Endemol –la holandesa creadora de Gran Hermano– será la encargada de las grabaciones.

Lo esencial es encontrar el equipo que mejor encaje. Los astronautas de la Estación Espacial Internacional dedican mucha energía a llevarse bien, y ellos solo pasan allí seis meses

En 2011, Mars One lanzó la convocatoria para reclutar a los interesados en formar parte del primer asentamiento humano en el Planeta Rojo. La empresa, con sede en Holanda, recibió más de 200.000 solicitudes. Para seleccionar a los primeros 705 finalistas, entre los que quedaron 13 españoles, los organizadores de Mars One pidieron a los interesados que completaran un cuestionario y enviaran un vídeo con sus motivos y un certificado de buena salud, basado en diversas pruebas médicas. “Me alegra que lo hiciéramos, porque [con esas pruebas] algunos candidatos averiguaron que tenían cáncer o que necesitaban una operación o tenían una enfermedad de la que no sabían”, dijo Norbert Kraft, jefe médico de Mars One y responsable del proceso de selección.

El siguiente paso de Mars One es realizar entrevistas individuales por regiones y proporcionar a los candidatos una tarea que aprender, sobre la que les examinarán “para demostrar que realmente pueden estudiar algo y entenderlo”. Los que pasen esta prueba responderán cuestionarios sobre su vida diaria, por ejemplo, si les gusta dejar la vajilla sucia durante la noche y lavarla al día siguiente, si les molesta que la gente deje ropa en áreas comunes y otras preguntas sobre convivencia e higiene. “Parecen minucias, pero no lo son cuando vives con alguien las 24 horas del día. En la vida diaria no lo parece, porque vas a trabajar y luego vuelves a casa, pero sale a flote cuando vives con esta persona cada segundo”, explica Norbert Kraft.

A partir de estas pruebas se elegirán seis grupos de cuatro personas en 2015. Los seleccionados recibirán un contrato como empleados de Mars One (aún no se ha determinado el sueldo) y deberán pasar por un entrenamiento que incluye tres meses al año de confinamiento en un hábitat simulado, en el que tienen que demostrar los conocimientos aprendidos.

Norbert Kraft detalla que “habrá constantes revisiones médicas, exámenes y entrenamiento. Solo si los pasas cada año tienes la oportunidad de ir a Marte. Así que no hay garantías y nos da [a los organizadores] la oportunidad de observarlos y encontrar a la gente ideal”.

A los cuatro finalistas les esperan, pues, nueve años de entrenamiento antes de partir a Marte en 2024. Mientras, Mars One planea enviar
–desde 2018 hasta 2023– un satélite de comunicaciones, dos cápsulas de supervivencia, dos sistemas de soporte vital, dos unidades de provisiones y un robot explorador (similar al Curiosity) que ensamblará un hábitat antes de la llegada de los humanos.

En Marte, las personas deberán poder cultivar sus alimentos, dar mantenimiento a las unidades de soporte vital y de habitación, dar atención médica y seguimiento a los experimentos. “Piensa en cuatro ‘MacGyvers’ trabajando juntos como grupo […] Que resuelva los problemas no una persona, sino cuatro personas en equipo, y por eso están entrenados en todas las disciplinas –geología, biología, medicina–, para que puedan complementarse entre sí”, explica Norbert Kraft.

Excavar cuevas bajo el hielo

A pesar de la suspicacia que ha despertado Mars One sobre su viabilidad mediática, financiera, técnica y científica, el proyecto ha recibido apoyo público de decenas de consultores y especialistas en diversas ciencias y disciplinas, como el doctor Mason Peck, experto en ingeniería aeroespacial de la Universidad de Cornell; el doctor James Rice, astrogeólogo con experiencia en la NASA, y el mismo Norbert Kraft, médico premiado por la NASA. Aun así, son muchas las voces que cuestionan el proyecto.

Bas Lansdorp asegura que es posible establecer una colonia humana, aunque “una misión a Marte siempre tendrá riesgos”. Por ejemplo, cómo evitar que los cuatro humanos estén expuestos a las altas dosis de radiación cósmica. Un viaje de siete meses hacia Marte expondría a los astronautas a más de 300 milisieverts de radiación, cuatro veces más que una estancia de la misma duración en la EEI y 200 veces más que la exposición promedio de una persona en la Tierra, según datos de la NASA. “Una vez en Marte, pueden estar seguros. En los Polos de Marte hay hielo. Pueden excavar cuevas debajo y esa agua les protegería de la radiación”, explica el doctor Jack W. Stuster, miembro del Consejo Científico del Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA.

También tendrían que resolver cómo impedir la atrofia muscular y la desmineralización ósea debidas a la falta de gravedad en el espacio. Sus huesos podrían debilitarse tanto “que fácilmente podrían romperse una pierna al llegar a Marte, con un tercio de la gravedad de la Tierra”, resalta Stuster.

Ya se está trabajando para superar algunos de esos obstáculos. Las mediciones de la radiación que realiza el Curiosity servirán para estimar la exposición que tendrían los humanos durante el viaje y la estancia. Pero aunque se llegue a resolver todos los problemas técnicos que implica un viaje de tal magnitud, en el espacio, en un planeta totalmente diferente de la Tierra, los humanos podrían simplemente convertirse en sus peores enemigos.

Si te aburres, no vales

La atmósfera de Marte carece de oxígeno y es tóxica para los humanos (se compone principalmente de dióxido de carbono, nitrógeno y argón). Además, es 100 veces menos densa que la terrestre, lo que deja su superficie expuesta a los rayos cósmicos. Quienes pretendan poblar este planeta solo podrán salir dos horas diarias.

Los colonizadores podrían sentirse hartos por la falta de espacio, como le sucedió al astronauta Jerry Linenger, quien pasó 132 días en la Mir y confesó en una carta: “Un simple paseo estaría perfecto. O remar en canoa. Estar en interiores no basta. Necesito aire fresco. Sentir la brisa […], el sonido del viento a través de los árboles”.

Norbert Kraft resalta un requisito esencial de las personas seleccionadas para vivir en Marte: “Si alguien se aburre no es la persona adecuada, porque si te aburres te falta creatividad”. En ese sentido, Jack W. Stuster destaca una paradoja de este viaje espacial: “La gente que quiere ir a Marte tiende a estar muy orientada a la acción; les gusta mucho hacer cosas y montan en bicicleta, escalan, esquían. Esa es exactamente la persona equivocada para confinar en una pequeña nave durante un largo periodo”.

Stuster publicó en 2010 un análisis de los diarios de seis astronautas con misiones en la Estación Espacial desde 2003 hasta 2007 e insiste en que los candidatos deben pensar si podrían hacer un viaje con otras personas en una casa rodante en confinamiento, sin poder bajarse del vehículo durante años y, aun así, divertirse.

Norbert Kraft conoce bien los problemas potenciales de la convivencia en confinamiento; fue comandante de una tripulación mixta internacional en 1999, en una simulación espacial de 110 días. El experimento incluyó a cuatro cosmonautas rusos que pasaron 120 días en aislamiento, a los cuales se unieron una astronauta canadiense, uno japonés y el mismo Kraft. Dos de los rusos pelearon a golpes y otro acosó sexualmente a la canadiense, un precedente para considerar en futuras misiones.

El comandante ruso Yuri Glaskov cuenta su experiencia en otra simulación realizada en la década de los noventa durante los entrenamientos para la Estación Espacial Mir: “Teníamos que tolerarnos uno al otro, perdonar uno al otro y aceptar las fallas o experiencias mutuas. Una persona no aprecia las características de la otra, pero tienen que aprender a adaptarse”. Glaskov se refería a 35 días. No al resto de la vida.

Otro de los retos del viaje y la vida en Marte es la falta de privacidad. Actualmente, una nave tarda entre siete y ocho meses en llegar allí. “Si se presenta una tormenta solar, tendrán que entrar al refugio antirradiación, y este es un espacio muy, muy pequeño. Y tienen que quedarse ahí dos o tres semanas. No hay baño, tendrán que comer y defecar en una zona muy confinada”, explica Norbert Kraft. Ya en su destino, además, el procesamiento de agua no alcanzará para bañarse bajo una regadera ni seguir sus rutinas de limpieza diarias.

Los colonizadores se enfrentarán a la soledad de estar muy lejos de sus seres queridos, con quienes comparten recuerdos y cultura. “¿Qué pasa cuando la Tierra se convierte en un punto insignificante en el espacio […], cuando la ves como una píldora entre verde y azul tan lejos de ti? Y ahí es donde están tu familia, tu cultura, tu historia, todo lo que alguna vez te ha importado”, comenta el psicólogo Nick Kanas. Norbert Kraft explica que “por eso necesitas gente que sepa alegrarse entre sí, apoyarse. Porque en el momento que vean Marte estarán emocionados, volverán a pensar ‘haremos esto y lo otro y todo está bien de nuevo’, pero el intermedio será duro”. Stuster explica que varias de las expediciones que estudió y describió en Bold Endeavors “fueron perturbadas por un miembro de la tripulación que desarrolló una psicosis grave”. La NASA, de hecho, tiene un manual para caso de psicosis aguda durante viajes y estadías en el espacio. Las indicaciones incluyen inmovilizar al paciente utilizando cinta aislante, cuerdas y toallas, y sedarlo con medicamentos como el Valium.

Otro punto a considerar es que el promedio de retraso en las comunicaciones de Marte a la Tierra es de 26 minutos, explica en un vídeo de la NASA Kanas, quien estudió el estrés en astronautas en el transbordador espacial y la Estación Mir en la década de los noventa y, actualmente, en la EEI.

Stuster, por su parte, explica que en la EEI los astronautas dedican mucha energía a llevarse bien y ha habido pocos incidentes durante las misiones de seis meses. Sin embargo, apunta que lo que pase en misiones mucho más largas está por verse.

Norbert Kraft, jefe médico de Mars One, asegura que “tienes que encontrar la combinación correcta. Puedes ser muy bueno en un equipo y muy malo en otro. No significa que no sepas jugar en equipo, simplemente no has encontrado el adecuado”.

Jack W. Stuster calcula que, a la larga, los colonos marcianos tendrán los mismos problemas que en la Tierra: “La gente muestra su mejor comportamiento cuando son los primeros en hacer algo […]. Inicialmente, en una colonización de Marte, todo el mundo se llevará bien, pero después se convertirá en una situación rutinaria y tendrán los conflictos normales que tienen en la Tierra”.

La realidad es que ningún ojo humano ha observado directamente ese paisaje rocoso que el Sojourner transmitió hace lustros, ni persona que haya dicho de las dunas de Marte “esta tierra es mía”, como se espera que hagan los futuros pobladores.

En realidad, nadie sabe lo que les espera a quienes emprendan el arriesgado viaje; una travesía que tanto Mars One como la NASA están dispuestos a que sea realidad y no se quede en los terrenos de la ciencia ficción.

Al preguntarle a Jack W. Stuster, miembro del Consejo Científico del Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA, sobre la obsesión humana de llegar a Marte, dice: “Bueno, todos somos inherentemente exploradores en la vida, buscando nuestro propio camino. Estas misiones son inevitables, porque la especie que las contempla está impulsada por un deseo insaciable de conocimiento y entendimiento, y porque los elementos técnicos para lograr estos objetivos son posibles”. En 2025 se sabrá.

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