¿Qué hace falta para tirar por tierra una primera impresión? Esa es la pregunta con la que partieron Melissa Ferguson y Jeremy Cone en su reciente investigación. Según el dicho popular, «la primera impresión es la que se queda» pero… ¿es eso cierto?
Los investigadores de la Universidad de Cornell estaban interesados en analizar las impresiones implícitas, esas que realizados de una forma rápida e incontrolable y que activan nuestras evaluaciones positivas y negativas de los demás. Se supone, que estas impresiones son realmente difíciles de cambiar.
Para Ferguson y Cone, la información simple que se añade de la persona, es en la mayoría de casos insuficiente. Pero si a la primera impresión se añade información relevante que defina la verdadera naturaleza de una persona, la cosa puede cambiar. Y mucho.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores contaron con un grupo de voluntarios. Según explican en un artículo publicado en Journal of Personality and Social Psychology, hicieron que los sujetos valorasen a personajes inventados como Bob, un tipo que en un principio parecía buena personas: pasea con extraños, ayuda a los estudiantes extranjeros a encontrar vivienda, pasa parte de su tiempo en un comedor social y otros 100 comportamientos positivos. Como era de esperar, los voluntarios se formaron una impresión muy positiva del sujeto de ficción. Pero cuando se enteraron de un dato negativo que mostraba su naturaleza real, la cosa cambió de forma rotunda. Con solo explicar al grupo que Bob era un pedófilo, la mayoría de la gente abandonó con rapidez su primera impresión.
Ocurrió lo mismo cuando les presentaron a un segundo personaje. Un hombre que irrumpió en varias casas rebuscando en las habitaciones y causando daños. Los voluntarios le tomaron por un ladrón, hasta el momento que se añadió una información positiva: trataba de salvar a niños de un incendio.
Los investigadores consideran que no es imposible cambiar una primera impresión, siempre y cuando lo que se añada sea información relevante que defina al sujeto.
Fuente: as.cornell.edu
Redacción QUO