Cuando los huracanes María e Irma atravesaron el Caribe, unos meses atrás, no solo causaron estragos tierra adentro, sino que también devastaron los ecosistemas oceánicos.
Los arrecifes de coral frente a la isla de St. John, parte de las Islas Vírgenes, sufrieron graves consecuencias. Algunas colonias de coral perdieron ramas, otras sufrieron por el crecimiento desmedido de algas. Muchos corales, debilitados por los huracanes, se quedaron con hebras de bacterias fantasmales, parecidas a plumas, que colgaban de heridas abiertas donde se habían arrancado trozos de coral.
Un grupo de científicos, liderados por Howard Lasker, observaron sitios donde colonias enteras de coral, similares a árboles individuales en un bosque, habían sido arrastradas por la furia de las tormentas.

«Los huracanes generan enormes olas. El efecto es como una lija: las olas transportan arena y residuos, como trozos de coral rotos, sobre los arrecifes, golpeándolos una y otra vez – señala Lasker en un comunicado –. En aguas poco profundas, lo que encontramos sin duda estuvo a la altura de nuestras expectativas y se trataba de una mala noticia”. Pero cuando fuimos a mayor profundidad, las consecuencias no fueron tan graves y todavía se podía apreciar la belleza. Hubo cambios, pero ciertamente había una gran cantidad todavía allí. Creo que es muy alentador «.
Los recientes huracanes presentaron una rara oportunidad para que Lasker estudien cómo los corales se recuperan de los desastres, una importante línea de investigación en un mundo en calentamiento donde las crecientes temperaturas oceánicas estresan los arrecifes.

“Es un experimento natural interesante – añade Lasker –. Llevar a cabo un experimento como este es imposible y es triste ver que estos hermosos lugares en el océano se dañaron tan severamente. Pero podemos aprender de esto, nos da la oportunidad de mejorarlo y entender el proceso de recuperación”.
La atención de los científicos se centró en comprender el equilibrio entre los corales duros y pedregosos, que forman la columna vertebral de los arrecifes oceánicos, y las especies de corales gorgonianos, más blandos y flexibles que forman un bosque submarino, el hábitat de peces pequeños y otros organismos acuáticos.
“Los huracanes siempre han ocurrido – concluye Lasker –. Pueden causar daños extensos, pero luego las poblaciones comienzan a recuperarse. Es análogo a los incendios forestales: después de varios años, el bosque comienza a regresar. Hay un período de perturbación, y luego el sistema se recupera”.

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Juan Scaliter