La quinoa tiene un extraño gusto cuando se trata de elegir su hogar. Crece en suelos salados, en sustratos pobres, a elevadas altitudes y bajo heladas temperaturas. En eso es muy superior a los cultivos de cereales como el trigo y el arroz. Pero sabe a rayos. Y esa no es la mejor estrategia que el cereal sagrado de los incas puede desplegar para conquistar nuestros paladares.
Pero está de enhorabuena. Un grupo de científicos ha elaborado un nuevo mapa de su genoma y dicen que han localizado el gen responsable de su amargor. Si pudieran desactivarlo, la quinoa podría convertirse en uno de los cereales básicos para la agricultura del futuro.
La sustancia que está en el radar de los investigadores se llama saponina. Actualmente, el cereal se lava y se deseca para evitar el mal gusto de las saponinas. Pero los consumidores no consideran que tenga un sabor suficientemente atractivo. Un genoma más dulce arreglaría el problema.
La idea es interesante porque, además de crecer en los lugares más duros para una planta, la quinoa tiene un alto valor nutritivo. Sus niveles de proteínas son altos, así como la diversidad de aminoácidos que aporta. También es rica en vitaminas y minerales. Y no tiene gluten. Todo son ventajas para quien se anime a comerla, y puede que para todos los demás sea solo una cuestión de tiempo.
Redacción QUO