Unos 105 millones de años atrás, un pequeño ejemplar de escarabajo, hasta hace poco desconocido para la ciencia, se encontraba a sus anchas en un árbol, en lo que hoy es el norte de España, mascando polen, cuando una gota de savia lo “congeló” para casi siempre.
Seguramente unos segundos antes intentó escapar y el movimiento lanzó un centenar de granos de polen, que sufrieron el mismo destino que el escarabajo, pero cinco granos diminutos se quedaron adheridos al insecto. Ni tiempo de digerir el polen tuvo el pobre escarabajo, ya que algunos restos se hallaron en su mandíbula.
Bautizado en honor a Charles Darwin, el Darwinylus marcosi, es el único espécimen conocido de este escarabajo. Los científicos que lo estudiaron, un equipo formado por expertos de la Universidad Jaume I y el Instituto Geológico Minero de España, junto a investigadores chinos y estadounidenses, no necesitaban mucha información para deducir qué flores habían producido el polen: ninguna. Los datos obtenidos del ámbar, una muestra de 105 millones de años atrás, datan de una época en la que las plantas con flor (angiospermas), recién estaban apareciendo y el planeta estaba poblado principalmente por especies de plantas no florecientes, es decir gimnospermas.
De acuerdo con Conrad Labandeira, uno de los responsables del hallazgo publicado en Current Biology, este fósil es la “primera evidencia directa de otro modo de polinización entre gimnospermas e insectos durante este tiempo».Hasta ahora se sabía de escorpiones, crisopas, moscas y polillas con proboscises largas, perfectas para absorber el polen. También se conocían moscas con bocas parecidas a esponjas partes bucales parecidas a esponjas también lambieron este dulce néctar de plantas y tisanópteros (trips o arañuelas), con partes bucales adaptadas para succionar el jugo dentro de los granos del polen. Estos tres modos de alimentación se han encontrado en fósiles de ámbar y piedra con una antigüedad de entre 165 y 105 años millones de años. La variedad demuestra que los insectos se adaptaron de diferentes modos y algunas de estas adaptaciones han llegado hasta el presente, aunque sus “propietarios” no.
El surgimiento de las plantas con flores provocó que muchos insectos que dependían de las gimnospermas y no lograron adaptarse, se extinguieran. Los pocos que quedaron, vieron cómo su diversidad disminuía notablemente. De hecho, la mayoría de las gimnospermas actuales, como las coníferas y el ginkgo, son polinizadas por el viento. Aunque los cicadofitinos y los gnetales sí son polinizados por insectos.
«Durante esta transición – concluye Labandeira en un comunicado –, algunos polinizadores evolucionaron piezas bucales y otras características corporales que les permitían alimentarse específicamente de su planta huésped.Debido a esta relación de mutua dependencia, ambos estaban en un frágil equilibrio: si uno se extinguía el otro también. Algo que sucedió en gran parte. Los insectos polinizadores actuales pueden encontrarse en una situación similar, por lo que nuestra comprensión de estos eventos, puede ayudarnos a comprender mejor lo ocurrido y qué medidas tomar.
Juan Scaliter