Durante la Edad del Hierro, entre el siglo IX y el siglo I a. de C., los dueños de las estepas de Asia Central fueron los escitas, un pueblo que dejó su huella en la historia de la guerra por sus excepcionales habilidades ecuestres.

Ahora, un nuevo estudio, publicado en Science, muestra cómo los escitas seleccionaban al caballo que mejor se adaptaba a sus propósitos. Entre los responsables de la investigación se encuentra Tomàs Marquès-Bonet, miembro del Instituto de Biología Evolutiva, centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el CSIC, y del CNAG-CRG.
Para llegar a esta conclusión, los expertos analizaron el genoma de 16 caballos, una yeguaque vivió 4.100 años atrás, en lo que hoy es el óblast de Cheliábinsk, dos sementales sacrificados en una tumba en Siberia y otros 13 enterrados en Kazajistán.

Los resultados han revelado una gran diversidad de patrones de colores (castaño, negro, alazán, crema y hasta animales manchados). También se detectó que algunos individuos tenían variantes asociadas con las del galope de corta distancia de los caballos de carreras actuales, pero ninguno era portador de la mutación responsable del trote alterno. Esto indica, según los expertos, que los escitas valoraban a los animales que demostraban resistencia y velocidad.

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Detalle del adorno de una montura hallada en Yakutia. Crédito imagen: Patrice Gérard

«Con la excepción de dos caballos – explica Pablo Librado, uno de los autores del estudio–, ninguno de ellos estaba emparentado. Esto coincide con los textos de Heródoto en los que menciona los rituales funerarios de los escitas, en los que los caballos sacrificados eran donaciones de las tribus aliadas que se extendían por las estepas”.
Esta particularidad sugiere que los escitas lograron mantener las estructuras de las manadas naturales en vez de hacer una selección con un número limitado de individuos, justamente lo opuesto a la práctica moderna, donde cada semental se utiliza para cientos de cruces y así llegamos a una instancia en la que casi todos los caballos llevan prácticamente el mismo haplotipo de cromosoma Y.

Otros hallazgos interesantes del estudio, señalan que existe un total de 121 genes que fueron seleccionados. “Los resultados genéticos – añadeMarquès-Bonet – concuerdan con las mediciones de los huesos, e indican que los criadores de Escitia seleccionaron los caballos que mostraban morfologías más robustas”.
Otro ejemplo de la selección propiciada por este pueblo es el uso de los caballos para beber su leche. Según los autores, han detectado variaciones genéticas asociadas con el incremento del período de lactancia.
En contra de lo que se podría creer, los primeros caballos domesticados, descenderían de varios sementales, como se puede observar en la amplia variedad genética del cromosoma Y.Pero esta diversidad se ha ido perdiendo y provocando una acumulación de mutaciones deletéreas. Estas reducen la aptitud de sus portadores y ha impactado negativamente en la especie.

Juan Scaliter