Los australianos se toman muy en serio los temas de bioseguridad. Cualquier cosa que entre al país y sea sospechosa de contaminar suelo local, es factible de destrucción. Justamente eso le ocurrió a unos especímenes de flores de los años 1850 que el Museo de Historia Natural de París había enviado a Brisbane como un préstamo. Y fueron incineradas debido a que los documentos que acompañaban la caja no se habían rellenado correctamente.
«Los documentos adjuntos no revelaron la información requerida – explicó en una entrevista, un portavoz del Departamento Federal de Agricultura y Recursos de Agua de Australia, que controla la bioseguridad –, como la lista de los especímenes, la nomenclatura botánica, si los productos fueron preservados o no. Los especímenes como estos no están exentos de riesgo de bioseguridad. Pueden incluir muestras de tierra y otros elementos que presentan un riesgo de plagas y enfermedades para Australia”.
De acuerdo con declaraciones de Michelle Waycott, directora del Consejo Herbario de Australia del Sur y profesora de la Universidad de Adelaida, “las flores podrían haber pertenecido a un hábitat que ya no existe. A veces las colecciones pueden ser los últimos ejemplos de especies, algo que no ocurre en este caso, pero sí todo lo contrario ya que constituían los primeros ejemplos recolectados de una especie. La destrucción de los mismos no debería haberse producido mientras la comunicación entre nuestro departamento y el destinatario estaba en curso .Este tipo de colecciones son literalmente insustituibles y de alto valor histórico y científico … Su pérdida puede tener un gran impacto en nuestra capacidad de desarrollar nuevas investigaciones”.
Juan Scaliter