El cohete de la compañía privada Space-X que partirá esta noche de Cabo Cañaveral rumbo a la ISS llevará a bordo un puñado de malas hierbas. Aún en estado de semillas. Allí revelarán cómo les afectan distintas condiciones de luz y diversas intensidades de gravedad y qué mecanismos utilizan para adaptarse a ellas. Ese es el objetivo del experimento Seedling Growth, que lleva varios años en marcha y cuya tercera fase se inicia hoy. Forma parte de la colaboración entre las agencias espaciales europea (ESA) y estadounidense (NASA) y está coodirigido por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Javier Medina.
A pesar de que los astronautas de la ISS ya han conseguido cultivar allí lechugas (y comérselas), seguimos sin saber mucho de los mecanismos biológicos de ese crecimiento. Y nos vendría bien conocerlos, si algún día queremos alimentar con cultivos fiables a potenciales colonos de la Luna o Marte. Por eso, la ISS cuenta con el llamado Sistema Modular Europeo de Cultivo (EMCS), una especie de sofisticado invernadero que permite variar a la vez las condiciones luz y gravedad. Allí irán a parar las semillas de ocho cepas distintas de la planta modelo Arabidopsis thaliana, una hierba emparentada con la mostaza que crece entre cultivos y al borde de los caminos. Allí las hidratarán e irán recogiendo datos y tomando imágenes del desarrollo y movimiento de sus brotes, mientras los científicos varían el tipo e intensidad de luz y el nivel de gravedad. Cuando alcancen el tamaño determinado por los investigadores, las congelarán o fijarán su estado con sustancias químicas, para poder analizarlas con detenimiento cuando las traigan de nuevo a la Tierra.
Los métodos aplicados en el experimento y posterior proceso son similares a los que se utilizan aquí para estudiar la respuesta al cambio climático y las modificaciones que implica en la temperatura, la humedad o la salinidad. Y los resultados de Seedling Growth podrán servir también para aumentar la sostenibilidad a largo plazo de la agricultura terrestre.
Junto a los investigadores españoles, participan en el proyecto dos laboratorios franceses, y la codirección corre a cargo de la Universidad de Carolina del Norte.
Pilar Gil Villar