Científicos del Centro CAGE de Gas Hidrato Ártico, Medio Ambiente y Clima (Noruega) acaban de anunciar dos cosas importantes en un estudio publicado en la revista Science. La primera, que han conseguido resolver el enigma acerca de los cráteres gigantes de metano que se formaron en fondo del mar de Barents hace ya 12.000 años. La segunda es un poco más preocupante, ya que según han podido observar, a pesar de la antigüedad de los cráteres, el metano todavía se está filtrando de forma abundante desde las ingentes aberturas en el fondo marino del Ártico. También indican, que existen indicios de que se puedan producir explosiones de forma inminente.

El estudio explica que los cráteres, de kilómetros de diámetro, se formaron a consecuencia de grandes explosiones de metano en el lecho marino del Océano Ártico. Según Karin Andreassen, autora principal de la investigación, «la zona del cráter estaba cubierta con una gruesa capa de hielo durante la última edad de hielo, al igual que ocurre en la Antártida Occidental hoy en día. Cuando el clima se calentó, la capa de hielo se derrumbó. Esto ocasionó que enormes cantidades de metano se liberasen abruptamente. En consecuencia, se crearon cráteres masivos que a día de hoy están activamente filtrando metano».

Actualmente, los investigadores han identificado más de 600 bengalas de gas cerca de estos cráteres, los cuales están liberando este peligroso gas de forma permanente en la columna de agua. Para Andreassen, estas cantidades son insignificantes en comparación con las explosiones de metano que ocurrieron tras la deglaciación, cuya liberación «debieron ser realmente impresionantes». Además, según la científica noruega, «según nuestros cálculos, un área el doble de grande que Rusia, resultó afectada por estas explosiones».

Aunque Andreassen reconoce que liberaciones de metano de este tipo no son muy frecuentes, su impacto hoy en día «puede ser mayor que el de una filtración lenta y gradual. Tenemos que observar si la liberación de metano masiva podría haber llegado hasta nuestra atmósfera».

Fuente: sciencealert.com

Rafael Mingorance