Aproximadamente un tercio de las poblaciones de peces del mundo están siendo sobreexplotadas, lo que significa que las están pescando más rápido de lo que pueden reproducirse. En este escenario hay algunas más vulnerables que otras sobre todo aquellas que se reproducen estacionalmente en regiones determinadas.

Ahora, un equipo de científicos del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Texas (UTMSI) y del Instituto Scripps de Oceanografía han descubierto una manera de usar los sonidos que los peces hacen cuando se reúnen para copular y desovar para protegerlos. El equipo desarrolló un método económico y preciso para estimar cuántos peces hay en una región determinada basándose en sus llamadas de apareamiento. Los datos exactos sobre cuándo, cuántos y dónde nacen, ayudarían a diseñar prácticas de gestión eficaces.
“Puede ser muy difícil obtener una imagen completa del desove de peces – explica Brad Erisman, coautor del estudio publicado en Scientific Reports –, ya que según la especie se producen en períodos muy distintos de tiempo y a menudo en entornos difíciles, como agua turbia. Nuestro trabajo abre una ventana acústica para intentar aportar una solución”.

Los investigadores desarrollaron el método específicamente para la corvina del Golfo (Cynoscion othonopterus), un pez popular en el Golfo de California, pero se puede adaptar a cualquier pez que produzca sonidos de cortejo tales como bacalao, meros y corvinas, incluyendo el totoaba en peligro de extinción, otra especie endémica de la región.

Cada primavera, toda la población adulta de la corvina del Golfo, más de 2 millones de peces, migra a una pequeña área en el extremo norte del Golfo de California. Cuando los machos comienzan a realizar las llamadas para atraer a potenciales compañeras, el sonido es ensordecedor. Utilizando micrófonos submarinos, los expertos descubrieron que estos peces pueden producir sonidos de hasta 192 decibeles – lo suficiente como para dañar sus tímpanos si estuvieran en tierra.

“Es más fuerte que un concierto de rock – añade Erisman –. Es más fuerte que estar a menos de un metro de una sierra eléctrica”. Todo ese ruido es peligroso para los peces ya que alerta a los pescadores de su presencia y en menos de tres semanas se pueden alzar con un millón de ejemplares con un mínimo esfuerzo.
El objetivo de estos expertos es utilizar el sonido para llevar a los peces a áreas más tranquilas y seguras y así garantizar su reproducción e intentar devolverle al mar el equilibrio perdido por la sobrepesca.

Juan Scaliter