Para satisfacer las necesidades energéticas en Sudamérica, se ha propuesto la construcción de 428 represas hidroeléctricas de las cuales 140 ya están en construcción en la cuenca amazónica, la red más grande y compleja de canales fluviales del mundo y una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta.
De llevarse a cabo, esta iniciativa podría poner en serio riesgo la Amazonía, al modificar el flujo de nutrientes que llevan los ríos, modificando la biología y hasta el clima. A esto se une que los ríos y bosques de la zona son la fuente del 20% del agua dulce del planeta y allí se encuentran valiosos ingredientes utilizados en la medicina moderna.
Si bien la justificación de estas represas es que proporcionarán energía renovable y evitarán las emisiones de carbono, se ha prestado poca atención a los efectos sobre la biodiversidad y el clima regional. Los sedimentos transportados por los ríos proporcionan nutrientes que sustentan la vida silvestre, contribuyen a los suministros alimentarios locales y modulan la dinámica de los ríos.
En un estudio publicado en Nature y liderado por Edgardo Latrubesse, un grupo de expertos presentaron el Índice de Vulnerabilidad Ambiental de Represas (DEVI por sus siglas en inglés), que fue desarrollado para determinar los impactos actuales y potenciales de las represas. Los valores de DEVI cuantifican en una escala de 0 a 100 la vulnerabilidad de un área teniendo en cuenta el cambio potencial en el uso de la tierra, la contaminación, el cambio en el flujo de sedimentos y otras variables.
Los ríos Marañón y Ucayali son los más vulnerables en esta área (DEVI de 72 y 61, respectivamente), con 104 y 47 presas planeadas o construidas en cada río, respectivamente.
El río Madeira, que representa cerca de la mitad del sedimento total del sistema del río Amazonas y es el hogar de la población de peces más diversa en el Amazonas, tiene los valores más altos de DEVI (mayores de 80) y enfrenta riesgos extremos.
«La dimensión de los impactos puede ser no sólo regional – concluye Latrubesse –, sino también a escala de hemisferio. Si se construyen todas las presas previstas en la cuenca, su efecto acumulativo provocará un cambio en los sedimentos que fluyen al Océano Atlántico, lo que puede obstaculizar el clima regional”. El estudio ha sido publicado en la revista Nature.
Juan Scaliter