En la actualidad se conocen cinco subespecies de Felis silvestris y se los considera los antecesores de los gatos domésticos (Felis silvestris catus). El problema a la hora de analizarlos por separado es que todos los esqueletos son casi idénticos e indistinguibles de los de los ejemplares domesticados. Esto hace que sea muy complejo retroceder en el tiempo y datar qué especie fue domesticada y cuándo. Para intentar resolver esto, el paleogeneticista Claudio Ottoni utilizó el ADN de huesos, dientes, piel y pelo de más de 200 gatos encontrados en sitios arqueológicos del Cercano Oriente, África y Europa.
Los resultados, publicados en Nature Ecology and Evolution, revelaron que todos los gatos domesticados descienden del gato salvaje africano o Felis silvestris lybica, una subespecie salvaje que se encuentra en el norte de África y el Cercano Oriente. Según el estudio, nuestros amigos felinos fueron domesticados hace unos 10.000 años por los primeros agricultores en el Cercano Oriente. Los primeros asentamientos agrícolas probablemente atrajeron a gatos monteses porque estaban llenos de roedores. Los granjeros les dieron la bienvenida con la esperanza de que mantuvieran libres de ratones sus reservas de grano y se creó una alianza que eventualmente culminó en la domesticación.
A medida que los agricultores comenzaron a moverse por diferentes territorios, los gatos fueron con ellos y comenzaron a extenderse hasta llegar al sudoeste de Asia, África y Europa. De hecho se han hallado huesos de gatos con claros parentescos egipcios en regiones cercanas al mar Báltico dominadas por egipcios.
«Todavía no está claro, sin embargo, si el gato doméstico desciende de los gatos importados del Cercano Oriente o de Egipto – concluye Ottoni en un comunicado –. Será necesario realizar más estudios”. Lo que sí han descubierto es que el patrón de rayas fue el más habitual en los primeros gatos y solo en la Edad Media comenzaron a verse ejemplares con manchas.
Juan Scaliter