El mismo día que se cumplían 48 años de la llegada del ser humano a la Luna, salía a subasta en la casa Sotheby “un artefactode rareza excepcional que ha formado parte de la mayor gesta de la humanidad”, según descripción del responsable de recibir las ofertas, Joe Dunning. El artefacto en cuestión es la bolsa que Neil Armstrong utilizó para recolectar las primeras muestras lunares y que aún contenía polvo lunar. Con unas medidas de 30 x 20 centímetros, hecha de tejidos similares a los del traje que utilizó Armstrong, a simple vista parece una bolsa nada extraordinaria. Pero su precio final, 1,5 millones de euros y su historia, la hacen única.
En este último aspecto, su pasado no solo se remonta a la Luna. Tras su regreso a la Tierra, casi todo el equipo fue donado al Instituto Smithsoniano, pero un error hizo que la ya famosa bolsa quedase en una caja, juntando polvo no lunar,en el Centro Espacial Johnson. Los responsables del centro iban a tirarla pero se la ofrecieron a un coleccionista de Kansas que tenía un museo con objetos vinculados al espacio.Obviamente jamás le dijeron qué era.
Entonces comienza la verdadera historia. Años después, el coleccionista fue juzgado por lavado de dinero, robo y fraude y todas sus propiedades embargadas…incluso la bolsa. Todos sus bienes fueron subastados y una abogada de Chicago compró la bolsa por 800 euros. Al observar restos de polvo y manchas en el interior, la envió a la Nasa, para que realizara algunas pruebas. La agencia espacial confirmó que se trataba de polvo lunar y que era la bolsa de Neil Armstrong. Y que no la iba a devolver.
Allí comenzó un juicio que duró casi un año y finalizó cuando un juez dictaminó que la Nasa debía devolver la bolsa, ya que el gobierno la había vendido y su dueña la había comprado legalmente.
De allí a Sotheby había solo un paso.
Juan Scaliter