Entrevistamos a María Blasco, directora de CNIO y una de las científicas españolas más relevantes del mundo en estudios de longevidad. Pero esta vez, no hablamos con ella de telómeros (su especialidad), ni de cáncer, sino de un cuadro de Goya: Las Parcas.

La entrevista a María Blasco tiene lugar en el Museo del Prado. Está cerrado al público, y abierto solo para sus ojos. Hemos quedado para ver con ella las pinturas negras de Francisco de Goya. Es una visita exclusiva, organizada por la Fundación de Amigos del Museo. Además, nos convoca un cuadro de Goya muy especial, Las Parcas.

La vida y la muerte en Las Parcas de Goya

Átropos, Las Parcas o El Destino es una de las Pinturas negras que formaron parte de la decoración de los muros de la Quinta del Sordo, Francisco de Goya

Se trata de una revisión del tema mitológico de las diosas del destino las Parcas. Una de ellas es Átropos, diosa de lo inexorable, que porta unas tijeras para cortar el hilo que nos sujeta a la vida. También está Cloto, con su rueca, que Goya sustituye por un muñeco o recién nacido y Láquesis, la hiladora, que simboliza el paso del tiempo, pues era la que medía la longitud de la hebra.

La relación entre las hebras que nos unen a la vida, y los telómeros de nuestro ADN, en los que María Blasco es experta, son la conexión que necesitamos para que la experta bioquímica hable de ciencia, de la investigación que desarrolla para alargar la vida en los humanos y de su relación con Goya.

¿De qué trata Las Parcas?
El cuadro cuenta un mito griego que explica la finitud de la vida y que está protagonizado por tres hermanas hilanderas, que son las Parcas. Una de ellas tiene una rueca con la cual hila el hilo de la vida, cuya longitud va a determinar en qué momento morimos. Otra de las hermanas mide su longitud y la tercera lo corta: en ese momento se produce la muerte. Según este mito, la longitud del hilo determina la longevidad en los humanos, y es un tanto arbitrario en qué momento se muere.

¿Por qué le atrae este mito?
R. Me parece sorprendente la analogía que hacen los griegos cuando intentan pensar en qué explica la longitud de la vida. Pero me interesa más la interpretación de Goya porque tiene mucho que ver con lo que sabemos hoy en día sobre los procesos moleculares que determinan la longevidad de los humanos.

«Hace más de 20 años que trabajo en unas estructuras que se llaman telómeros, que no son otra cosa que una parte del hilo de la vida»

Uno de estos procesos es, precisamente, mi tema de estudio: hace más de 20 años que trabajo en unas estructuras que se llaman telómeros, que no son otra cosa que una parte del hilo de la vida, del hilo de la vida molecular que es la molécula del ADN. Justo en los extremos de esta molécula están los telómeros, cuya longitud determina, en parte, la longevidad. Cuando nacemos, el hilo es de longitud máxima y conforme vivimos, se va acortando.

P. Impresiona la similitud entre el cuadro y su trabajo…
R. El cuadro es sobrecogedor porque no es una representación obvia del mito, es bastante simbólica. Goya representa a la hermana hilandera de la rueca con un recién nacido, lo cual ya me parece muy sorprendente. Creo que está diciendo que este hilo de la vida debe de ser máximo cuando nacemos, y así es. Después representa a la Parca que mide el hilo con una lupa, Goya no pinta el hilo de la vida, es invisible, y ahora sabemos que los telómeros son invisibles.

No podemos ver el ADN, hay que utilizar lupas como las que pinta Goya: se llaman microscopios y nos permiten ver este hilo de la vida, incluso medirlo.

En mi grupo medimos estos telómeros y esto nos da una idea de las veces que le quedan por multiplicarse a una célula, por ejemplo. Finalmente está la Parca que corta el hilo, a quien Goya representa con una tijera. Ahora sabemos que la vida no acaba porque una hilandera la corte arbitrariamente sino que el acortamiento del hilo va asociado a nuestra constitución genética y al modo de vida, que hacen que la longevidad sea mayor o menor.

Tiene que ser emocionante ver la obra con sus ojos.
Me parece una representación muy bonita, y de alguna manera me he sentido unida a Goya o… no sé, que comparto algo con él, en el sentido de que los dos hemos estado preocupados por el mismo tema.

Se nota que el arte la mueve por dentro.
Me gusta pensar que los artistas reflexionan sobre temas que nos preocupan a todos, como los científicos. Su aproximación es diferente, pero en el fondo es también un trabajo de investigación y de búsqueda de respuestas. Yo creo que todo tiene que ver con la inquietud humana de entender cómo funcionan las cosas y su porqué, y que eso es algo que compartimos artistas y científicos. Me gusta el arte porque es una reflexión.

¿Los artistas y los científicos también comparten la imaginación, la creatividad?
También, claro. Somos como ciegos que no vemos realmente lo que estamos estudiando, pero podemos intuirlo interfiriendo en procesos, con experimentos.

Usted debe de andar sobrada de ambas, para haber pasado décadas estudiando algo que aún no se ha visto. ¿Y si es la primera persona en hacer una foto de los telómeros? ¿Se convertiría en una especie de artista?
No, yo creo que cada uno hace su trabajo, y yo no soy artista [ríe]. Me encantaría que algún artista hiciera un cuadro o una foto sobre mi trabajo, pero yo no me atrevería a hacerlo porque lo haría fatal.

Pero en algo será una artista…
[más risas] Bueno… la ciencia puede ser un arte también, en el sentido de que hace falta intuición, de que hace falta imaginación, de que estamos tratando con cosas que son intangibles, que no podemos ver y que muchas veces tratamos de medir… Tenemos que ser imaginativos para entenderlas.

¿Y qué tipo de arte le llena más a usted?
Me gusta el de todas las épocas, pero el moderno me atrae especialmente. Quizá el artista que más me emociona es uno español, se llama Jorge Oteiza y es escultor. Hay vídeos, grabaciones suyas donde habla de su arte y, cuando lo oyes, realmente emociona ver que tiene una actitud de científico, una actitud de búsqueda, de experimentación, hasta que llega a lo que quiere averiguar.

Para él, la obra de arte es algo desechable, como los experimentos que hacemos los científicos que, una vez terminados, ya no valen para nada; han valido para encontrar una verdad. Las esculturas que él crea son desechables porque a él le han servido para llegar a una conclusión, para llegar a un punto. En ese sentido, el proceso es bastante similar al de la ciencia.

Así que puede hacerse arte con pensamiento científico…
Sí, es una búsqueda. La obra de arte en sí misma es parte del proceso experimental que se hace para llegar a una respuesta.

¿Y al revés? ¿Puede el arte engendrar ciencia?
R. A mí no me ha inspirado a hacer ciencia ninguna obra de arte, la verdad, pero otras cosas sí que me pueden haber inspirado, sobre todo, a pensar de otra manera.

«Me encantaría que algún artista hiciera un cuadro o una foto sobre mi trabajo, yo no me atrevería»

¿Como qué?
No sé, como dar paseos por la naturaleza. Ser capaz de desconectar de las cosas inmediatas y obvias de la vida te puede dar una amplitud mental que te ayuda a pensar con más claridad.

La inspiración…
La inspiración, sí. Aunque, bueno… [lo piensa]. Una obra de arte como tal no me ha inspirado a hacer investigación pero quizá sí el ver arte, el poder estar en un museo. Eso puede contribuir a cambiar tu estado mental, a desconectar de cosas que hacen que no avances en un pensamiento, por ejemplo. De repente, aparece una nueva vía de pensar, se te puede ocurrir un nuevo experimento. Pero eso no es tanto el arte como desconectar y dar un poco más de flexibilidad a la mente.

¿Por eso lleva a su hijo a las exposiciones desde pequeño, para que coja el hábito?
Pues sí. Yo creo que está muy bien exponernos a cosas que nos hagan pensar. Y el arte, desde luego, nos puede hacer pensar y sentir, y eso es algo bueno.

¿Pero los museos no son cosas de adultos?
R. ¡Yo creo que no! ¡Uy!, Mi hijo estuvo antes que yo viendo la exposición del Bosco que hubo el verano pasado, y cuando yo fui a verla él vino otra vez conmigo, y fue mi guía. Me estuvo contando su visión de la exposición y la verdad es que estuvo muy bien [sonríe, visiblemente orgullosa].

«Las lupas que pinta Goya son los microscopios, que nos permiten ver y medir el hilo de la vida».

 ¿Cuántos años tenía?
Tenía nueve años.

¿Y si le dice que quiere ser artista?
Yo estaré encantada de que quiera ser lo que quiera ser. Creo que lo importante es que cada uno busque lo que le emocione. Cualquier trabajo, cualquier carrera, es un camino largo y complicado. Es importante que lo que hagas sea lo que te gusta para tener éxito. Si no, es muy difícil alcanzarlo.

¿Volviendo a Las Parcas, ¿quién es el cuarto personaje?
Me quiero imaginar que es el individuo del cual están midiendo la vida estas Parcas. Podría ser el mismo Francisco de Goya, no sé si pensando en la finitud de su propia vida, o alguien que simbolice, en general, a todos los seres humanos.

Dicen que tiene las manos a la espalda, puede que atadas, por eso de la inevitabilidad de la muerte…
Yo ahí sí que creo que habría que corregir un poco a Goya porque ahora sabemos que no es nada mágico esto del hilo de la vida, que depende de la constitución genética y de los hábitos. Incluso sabemos que se puede alterar la longitud de la vida, como se ha visto en experimentos con gusanos, con moscas.

En mi propio grupo los hemos hecho con ratones: podemos alargar el hilo de la vida, podemos alargar los telómeros, y podemos hacer que un ratón viva un 40 por ciento más de lo que vive un ratón normal.

P. Pero la muerte sigue siendo un destino inevitable.
Sin duda, pero los científicos estamos entendiendo ya por qué envejecemos, enfermamos y morimos, y yo creo que conseguiremos vivir mas tiempo en mejores condiciones de salud. De momento es una realidad experimental en los modelos animales, pero no en humanos.

En cualquier caso, la conciencia de una muerte segura ha inspirado a muchos artistas. ¿Y a los científicos?
Por qué envejecemos y morimos es un tema candente de actualidad, pero no pienso en que me voy a morir cuando estoy haciendo investigación. Aunque sí que debe ser algo que nos haga tener una cierta urgencia por hacer las cosas de la vida. Tenemos un sentimiento de finitud, aunque sea inconsciente, y esto impone una cierta urgencia en muchos aspectos de la existencia.

La muerte debió de ser un tema importante para Goya, cuando pintó esta escena a la entrada de su casa, ¿no cree?
Lo que quiero imaginarme es que, en algún momento, Goya se puso a pensar en por qué la vida es finita, por qué morimos, y que eso le llevó a su propia interpretación del mito. Y que el resultado es realmente muy sugerente, muy reflexivo, muy ilustrado, porque se anticipa a imaginar que este hilo de la vida tiene que ser algo invisible, que no lo puede pintar en un cuadro.

Lo que está claro es que su visión es menos oscura.
Es tremendo pensar que todos nos vamos a morir, que ese es el único argumento de la obra, como dijo el poeta [se refiere a los últimos versos de un poema póstumo de Jaime Gil de Biedma: Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir / es el único argumento de la obra.]. Pero bueno, ahí estamos los científicos intentando entender las cosas. Es mucho trabajo pero no tengo duda de que entenderemos la realidad como es, lo mismo que entenderemos, algún día, cómo se produce el cáncer.

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Entrevista publicada en QUO en septiembre de 2017