A Javier de Felipe le gusta citar a Ramón y Cajal. Lo hace en su despacho –repleto de referencias al Nobel español– del Laboratorio conjunto UPM-CSIC de Circuitos Corticales. El investigador madrileño del Instituto Cajal del CSIC se sitúa desde allí a la vanguardia de la ciencia que abanderó don Santiago: desentrañar la anatomía del cerebro. En sus proyectos de trascendencia internacional, el Cajal Blue Brain y el Human Brain Project, se han observado por primera vez nuestras neuronas con un microscopio electrónico. La fascinación de esas imágenes sigue dejando absorto al neurobiólogo: en ellas, ve la esencia del ser humano, un reflejo de la naturaleza y, sobre todo, una nueva ruta para buscar soluciones a enfermedades cerebrales, o los males sociales derivados de una mala educación.
Para tener este laboratorio, me imagino que habrá resultado esencial que trabajes en proyectos internacionales.
Sí, claro. Si no, a nivel nacional, es prácticamente imposible. Una parte importante de la financiación viene de fuera de España. La investigación cuesta mucho trabajo. Y eso que, gracias a este fabuloso equipo es más fácil. Y tampoco es tanto dinero. Para mantener todo esto basta con un millón de euros al año. Cuando veo las noticias y hablan de que un futbolista ha salido barato por 5 millones, digo ¡madre mía! Para mí eso supone cinco años de investigación, con los 32 investigadores y sus familias… Es otro mundo. Estamos aquí con tremendo esfuerzo para conseguir cantidades de 50.000 o 100.000€, si los consigues.
¿Cuáles son tus principales proyectos?
El Cajal Blue Brain, que es español y lo mejor que me ha pasado en los últimos años. Luego soy uno de los directores del Human Brain Project, que reúne a 25 laboratorios. Una locura, vamos.
¿Cuántas horas tiene tu día?
Me acuesto entre 22:30 u 23:00 y me levanto muy temprano. Hoy, por ejemplo, a las 3:30, porque me he despertado. Me he puesto a escribir mi nuevo libro y luego me he echado una siesta del carnero a las 8. Normalmente me levanto a las cinco. Cuando llego aquí, ya llevo 5 horas trabajando.
¿Se te come la burocracia?
Sí, mucho. Estoy todo el día haciendo informes, en el correo electrónico suelo tener unos 10.000 mensajes sin contestar. Y en esta labor hay que tener mucha paciencia estudiar mucho. Yo es que soy un entusiasta de la ciencia. Si no, no se puede. Y también me gusta mucho el arte. El arte te puede hacer muy feliz.
«El cerebro es lo más misterioso que hay»
¿Lo dices por experiencia?
Sí. A mí no me gustaba el flamenco, pero un día vino un niño a mi casa. Yo tocaba la guitarra y me dijo: “¿puedo tocar?”. Empezó [tararea y simula un punteo con la mano] y yo dije: “¿esto qué es?”. Me contó que su tío grababa música a Paco de Lucía, tocaba en Las Brujas y daba clases en el conservatorio. Me puse a aprender con él y lo vi tan bonito todo, que me encantó. Disfruto también mucho con el jazz y la música clásica.
¿Sigues tocando?
Ahora toco blues y cosas así.
Pero además sueles relacionar el arte con la ciencia.
Este libro, por ejemplo, el último que he hecho, El jardín de la neurología. Sobre lo bello, el arte y el cerebro, parte de que el cerebro es la esencia de la humanidad. Todo está ahí. Cuando lo estudias, descubres un mundo prácticamente infinito de formas y colores, de una belleza insospechada. Para un artista supone un nuevo mundo de formas. Por ejemplo, hay cuadros de Juan Gris muy parecidos a la imagen de los principales neurotransmisores cerebrales visualizados con luz polarizada. Por eso, de una forma metafórica, se podría decir que el artista, sin saberlo, dibuja su propio cerebro.
«La receta para mantenerlo sano es darle cariño y educación desde el nacimiento»
¿De dónde tu interés por el mundo del arte?
De la curiosidad. ¿Por qué se origina? ¿por qué te produce placer psíquico? ¿qué partes del cerebro se estimulan para sentir placer y por qué necesitamos de esto? Imagina que este cuarto fuera amarillo chillón y con luces fosforescentes. No podrías soportarlo. Eso no tiene sentido, porque no tiene una base biológica. ¿Para qué la estética, la belleza?
Y ¿a qué conclusión llegas?
Pues, al ver los pavos reales, por ejemplo, he pensado que podrían formar parte de un proceso de nuestro cerebro, que antes los relacionaba con el sexo, y en el curso de la evolución han quedado simplemente como algo bello y positivo, no sabemos para qué. ¿A ti por qué te gusta la música? Los Homo sapiens tenemos 200.000 años, pero la música se inventó muchísimo después. Y la escritura tieneunos 5.000 años. Hace tan solo 10.000 años no podíamos disfrutar de la literatura, de la poesía, porque no existían. Y el cerebro es el mismo. Lo que ha ocurrido ahí es una evolución cultural, no biológica.
¿Y nos sirve de algo?
Si aprendes a disfrutar del arte, eres más feliz. Se estimulan zonas de recompensa del cerebro –que también estimulan las drogas, por ejemplo. El fin de estudiar el cerebro es conocer la esencia de nuestra humanidad y ayudar a la sociedad a ser más feliz. Fíjate lo que suponen la depresión, el Parkinson, la esclerosis múltiple. En el cerebro está nuestro ser. Te enamoras, te deprimes, creas… estudiar cómo este órgano genera las conexiones de las neuronas, la actividad, la cognición y el pensamiento… eso es el gran misterio. Cómo esas chispitas que tenemos aquí [se toca levemente la cabeza con dos dedos] generan estas cosas. Eso es lo más misterioso que hay. En los últimos años ha habido un salto cuantitativo en su conocimiento.Tremendo.
¿Cuánto nos queda por delante?
Bueno, al cerebro lo pones en la palma de la mano y no es infinito –como el Universo–, empieza aquí y termina aquí. Somos un ejército de científicos, y algún día lo sabremos todo. La cuestión es si después podremos hacer una simulación de ordenador no estilo Frankenstein, sino para conocer mejor cómo funciona. Porque una de las cosas que hacemos con el Human Brain Project, donde tenemos súper ordenadores, matemáticos, ingenieros, – como en el Blue Brain– es investigarlo con nuevas tecnologías y desarrollo de software. Intentar entenderlo hasta el final tiene una repercusión filosófica porque,si somos máquinas ¿dónde está el yo? ¿cómo surge la subjetividad? A las máquinas también puedes prepararlas para responder al entorno, pero ¿cómo te das cuenta de que eres tú?
¿Porque pueda ser un elemento diferenciador del ser humano?
Bueno, para saberlo deberíamos ser un perro o un mono y ver qué es lo que piensan ellos. [Busca otra página de su libro] Aquí tengo una imagen muy bonita de un chimpancé como mirándonos y preguntándose: y estos ¿qué estarán pensando? Algo que también se puede observar en los perros. Yo empecé a estudiar evolución cuando tuve la primera perra, porque era increíble. Ellos se deprimen, se alegran, se entristecen… Hablo mucho de los animales, porque somos muy insensibles a su dolor y hay que respetarlos. Para mí una de las obras más bellas que hay es Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.
¿Esa otra imagen es del Universo?
Sí, es una nebulosa vista por el telescopio Hubble http://quo.eldiario.es/ciencia/el-hubble-cumple-25-anitos , junto a unas placas de Alzheimer ¿ves el parecido? En Heidelberg (Alemania) se desarrolló el Millenium, un ordenador para hacer la primera simulación del origen del Universo, que nosotrostambién utilizamos para simular el cerebro. Allí fui a una conferencia de un astrofísico y, cuando vi sus imágenes, dije: “esto es el sistema nervioso, hombre”. Tengo unos vídeos preciosos. Y ahora estoy escribiendo otro libro sobre cómo nuestro cerebro se diferencia del de un chimpancé, por ejemplo, en que, a través de la interacción y la cultura, podemos progresar de una forma exponencial, como estamos haciendo.
Desde luego, curiosidad no te falta.
Lo que pasa es que, cuando entras a estudiar el cerebro, te atrapa. Por ejemplo, también ponemos música a las espinas [prolongaciones de dendritas, las “ramas” de las neuronas] de un determinado cuadro clínico por cómo aparecen en imagen. A cada forma de las espinas le damos un valor musical (do, re, mi, fa, sol,…) y a cada grosor, un instrumento: una trompeta si es muy gruesa, si es más finita otro instrumento, y así reflejamos la diferencia. Por ejemplo, en la transcripción musical del Alzheimer, en el que desaparecen las espinas, hay más silencios y, cuando yo oigo la melodía de la imagen cerebral de ese paciente, reconozco que padece Alzheimer. Hicimos un concierto con eso.
De manera que podría haber una melodía característica para cada patología.
Sí. Ahí tengo partituras. Si te enseño la de ese supuesto paciente y la de un control, ves que tiene menos notas, se aprecia sin saber de música.
A partir de tus estudios ¿qué consideras esencial para garantizar una vida saludable y plena?
Para mí el entorno familiar es crítico. Cuando nacemos, los árboles neuronales son como plantas, que tienen hojas y, según van creciendo, se van formando las conexiones. Ellas sonlas que te dan la forma de pensar, etc. Hay estudios que han demostrado que la mente de las personas que saben leer y escribir tiene una forma de procesar distinta a la de quienes no saben. Eso no quiere decir que sea mejor o peor, pero su cerebro funciona de una forma distinta. La educación es por eso básica para la sociedad, desde los pocos meses hasta por lo menos los 14 años. Los políticos tienen que saber que lo más importante no es ser un catedrático, ni científico, ni nada, es ser un buen profesor.
¿Cómo influye más concretamente el entorno familiar?
Me refiero al cariño. Todos los problemas que tenemos de mayores vienen de la infancia. Todos. Deberíamos saber mucho mejor cómo educar a un niño, en el sentido de hacerle libre mentalmente, que aprenda valores sociales, como la solidaridad. El maltrato es lo peor que puede haber. Afecta de una forma tremenda al desarrollo. Cajal decía que todo hombre puede ser escultor de su propio cerebro.
¿Cómo se te ocurrió estudiar el cerebro?
Pues la verdad es que no lo sé. Yo de pequeño quería ser investigador, era muy fantasioso y me atraía eso.
¿Eres de una familia numerosa?
Sí, soy el quinto de nueve, por eso no me hacían ni caso y tuve que apañarme por mí mismo, yo creo (con sonrisa). En la carrera, biológicas, tuve muy malas notas. Bueno, aprobados. Aunque la hice en dos años, porque tenía que hacer la mili y no quería perder tiempo. Cogía las asignaturas y ¡hala!, a lo bestia. Luego quise hacer investigación y en ningún sitio me cogían.
¿Cómo llegó al laboratorio entonces?
Por la casualidad de las casualidades. LLevaba dos años buscando trabajo. Cogía la guía de teléfonos y veía, por ejemplo, Departamento de Estudios Bioquímicos, en la Complutense. Y me presentaba allí. No me hacían ni caso. Pero un día mi dentista me preguntó y le dije que me gustaría hacer investigación. Me presentó a un vecino suyo que estudiaba el sistema nervioso, pero este me exigía tener la reválida, un examen dificilísimo de toda la materia de la carrera. Me fui, me puse a estudiar, aprobé y volví. Pero me dio largas, hasta que me dejó ir por allí a ayudar a un técnico. Me compré en un quiosco un libro sobre el cerebro, que nunca había estudiado. Así empecé.
¿Y después?
Hice la tesis, empecé a trabajar en el laboratorio de al lado con Facundo Valverde y Alfonso Fairén. Luego me fui a EEUU y ya quedé atrapado con el cerebro. Yo lo que hago es ver el cerebro humano. Cortas el de un paciente fallecido y empiezas a ver cuáles son sus neuronas de aprendizaje, cuáles de memoria, y es algo precioso. También ves cómo se altera con las enfermedades, o lo comparas con los de otras especies (tenemos aquí de jirafas incluso), y vas viendo diferencias y con todo ello generas conocimiento y tratas de ayudar a la sociedad.
Por ejemplo a vencer enfermedades como el Alzheimer.
Sí, el día de mañana habrá una pastilla, como para el colesterol. Algo que proteja esas espinas de las neuronas, que son las que se pierden. Eso es lo que queremos hacer. Una gran parte del grupo se dedica a intentar explicar el deterioro cognitivo. Fíjate la ayuda que podríamos hacer a la sociedad, porque no solamente es el paciente, sino también el entorno, la familia. Se dan cuenta de que a veces sufren y no pueden comunicarlo. Hay gente que se dice: si no se enteran… Eso es horrible, porque no lo sabes. Por eso, si se les puede dar algún tipo de placer, como la música, que es una de las cosas que se perciben hasta el final… Ahí está también el cariño de la familia.
Vosotros os esforzáis por aliviar todo ese sufrimiento.
Sí, y también el enorme coste de la atención. A veces hacemos estudios sobre esto y es una barbaridad, miles de millones de euros. Y aquí tenemos que estar peleando para que nos den 100.000€ para trabajar. Es que es de vergüenza. Por eso no me canso de explicar este trabajo, quizá así alguien se sienta atraído a invertir en investigación. Porque esta es una inversión que de verdad vale la pena.
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Redacción QUO