Los botón de oro (Brachycephalus ephippium y Brachycephalus pitanga), son habitantes de las selvas del sur de Brasil y se encuentran entre las ranas más pequeñas del mundo. Pese a su brillante color y su exiguo tamaño, lo que les hace únicos es que estas dos especies no pueden escuchar el sonido de sus propias llamadas. Se trata, como señala un estudio publicado en Scientific Reports, de un caso único en el reino animal: una señal de comunicación que persiste incluso después de que los destinatarios hayan perdido la capacidad de detectarlo.
“Nunca habíamos visto algo así antes – explica Jakob Christensen-Dalsgaard, uno de los responsables de la investigación –, estas ranas hacen sonidos que no pueden oírse”.
Para comprobar esto, se realizaron pruebas de laboratorio y estudios anatómicos que demostraron que la parte del oído responsable de la audición de alta frecuencia es vestigial en estas especies. La mayoría de las ranas macho llaman para señalar su presencia al sexo opuesto y encontrar una compañera, pero se trata de una conducta que podría atraer depredadores y parásitos y requiere energía y tiempo.
La principal autora del estudio, Sandra Goutte, afirma que “se podría pensar que si una señal no es percibida por sus receptores se perdería a lo largo de la evolución. El sistema de comunicación singular en estas ranas es un primer ejemplo de comunicación de sonido vestigial”.
Debido a que estos pequeños anfibios son de colores brillantes, diurnas y conocidas por utilizar señales visuales, los investigadores plantean la hipótesis de que la comunicación visual ha reemplazado la comunicación acústica. Así, el movimiento de la garganta de los machos llamando a las hembras podría constituir una señal visual, en cuyo caso la llamada en sí representaría un subproducto del comportamiento de señalización verdadero.
Estudiar este tipo de comportamientos, permite avanzar más en nuestra comprensión de los mecanismos subyacentes a la evolución de los sistemas de comunicación en los animales.
Juan Scaliter