¿Que impide que ciertos anfibios venenosos sucumban a su propia ponzoña? Esta es una pregunta que los expertos llevan años investigando. Las ranas venenosas del neotrópico producen una neurotoxina llamada epibatidina. Esta se une a las proteínas de la membrana celular llamadas receptores de acetilcolina, clave en la comunicación entre neuronas. Este mecanismo de defensa obligó a estos animales a adaptar una tolerancia a la epibatidina y así evitar el riesgo de envenenarse a sí mismos. Como consecuencia directa, la sensibilidad de las ranas a la acetilcolina se redujo.
Ahora, un grupo de expertos, liderados por Rebecca Tarvin, ha obtenido nueva información acerca de cómo estos anfibios desarrollaron la resistencia contra sus propias toxinas, sin perder nada en el camino.

El equipo de Tarvin analizó las propiedades eléctricas de los receptores de acetilcolina de las rana y descubrieron que estos animales reemplazaron diversos aminoácidos en los receptores de acetilcolina a lo largo de la historia, un mecanismo de ensayo y error, hasta dar con la fórmula adecuada para seguir produciendo la neurotoxina, pero que esta no afecte a sus neurotransmisores. En el estudio, publicado en Science, los autores afirman que ciertas adaptaciones tienen a menudo un precio inicial muy elevado, pero luego la evolución hace su trabajo y se compensa.

Juan Scaliter