Durante el desarrollo, las neuronas en nuestros cerebros se conectan de acuerdo con una serie de programas genéticos que han evolucionado durante millones de años. Pero gran parte de nuestro comportamiento es producto de aquello que aprendemos al salir del útero. No nacemos con instrucciones para evitar poner nuestras manos en el fuego. Ese conocimiento proviene de la experiencia. ¿Qué sucede en el cerebro cuando nos enteramos de que el fuego puede dañarnos? Es el tipo de aprendizaje que resulta de la asociación de un estímulo sensorial y la percepción de la amenaza. Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Neuroscience, sugiere que el modo en el que creíamos se produce este mecanismo es incorrecto en un importante aspecto.
Un equipo de neurocientíficos, liderados por Bo Li, estudió la relación entre dos partes de la amígdala cerebral (una estructura doble en forma de almendra, que se sitúa a cada lado de los vertebrados). Las amígdalas están involucradas en el aprendizaje y la memoria.
Hasta ahora se pensaba que la porción lateral de la amígdala es el lugar donde se consolidan las asociaciones entre la información proporcionada por los sentidos y la percepción de la amenaza. Ese vínculo es un ejemplo crucial de aprendizaje, lo que los científicos llaman aprendizaje aversivo.
El equipo de Li realizó experimentos usando varias tecnologías, entre ellas la optogenética, , cuyos resultados resultaron sorprendentes: si bien la amígdala lateral está involucrada en el aprendizaje aversivo, no es la sede del proceso. La evidencia apunta a que es la amígdala central la responsable. De confirmarse el hallazgo, podría cambiar los tratamientos destinados a modificar la memoria en trastornos como la ansiedado el estrés postraumático (TEPT).

El estudio se ha titulado The central amygdala controls learning in the lateral amygdala.

Juan Scaliter