Las continuas alertas de «extinción» que se vinculan con las colonias de abejas domésticas, no deben confundirse con la crisis de conservación de las miles de especies de polinizadores salvajes, señalan un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge.
En un artículo publicado en Science, Jonas Geldmann y Juan P. González-Varo, sostienen que existe una “falta de distinción” entre ambas especies.
De hecho, afirman que las abejas domesticadas contribuyen a la disminución de las abejas silvestres mediante la competencia de recursos y la diseminación de enfermedades.
«La crisis en la disminución global de polinizadores – explica Geldmann en un comunicado – se ha asociado con una especie, sobre todo, con la abeja occidental. Sin embargo, esta es una de las pocas especies de polinizadores que se repone continuamente a través de la cría y la agricultura. Salvar a la abeja doméstica no ayuda a la vida silvestre. Las abejas occidentales son una especie comercial que en realidad puede tener efectos negativos en su entorno inmediato a través de las cantidades masivas que se introducen. Los niveles de polinizadores silvestres continúan disminuyendo a un ritmo alarmante. Actualmente, hasta el 50% de todas las especies de abejas europeas están en peligro de extinción”.
Las abejas melíferas son vitales para muchos cultivos, al igual que los polinizadores silvestres, y algunas evaluaciones sugieren que estas últimas proporcionan hasta la mitad de los “servicios de polinización” necesarios para las tres cuartas partes de los cultivos de importancia mundial que requieren de ella.
Sin embargo, generar colonias de abejas melíferas para la polinización de cultivos es problemático. Los principales cultivos de floración, como las frutas y la colza, florecen durante un período de días o semanas, mientras que las abejas están activas durante nueve a doce meses y viajan hasta a 10 km de sus colmenas.
«Mantener a las abejas melíferas es una actividad extractiva: elimina el polen y el néctar del medio ambiente y estos son recursos naturales que necesitan muchas especies silvestres de abejas y otros polinizadores – afirma González-Varo –. Las abejas son animales agrícolas criados artificialmente, similares al ganado, como los cerdos y las vacas. Excepto que este ganado puede vagar más allá de cualquier cercado para alterar los ecosistemas locales a través de la competencia y la enfermedad”.
En el estudio, los autores sostienen que , al igual que con otros animales de granja intensiva, la sobrepoblación y las dietas homogéneas, han deprimido el sistema inmune de las abejas y elevado las tasas de patógenos en las colmenas comerciales. Las enfermedades se transfieren a especies silvestres cuando las abejas se alimentan de las mismas flores, de forma similar a los gérmenes que pasan entre los humanos a través de una taza de café compartida.
Geldmann y González-Varo recomiendan políticas para limitar el impacto de las abejas melíferas manejadas, incluidos los límites de tamaño de la colmena, el movimiento de colonias para rastrear la floración de diferentes cultivos y un mayor control de las colmenas manejadas en áreas protegidas.
“Las abejas pueden ser necesarias para la polinización de cultivos, pero la apicultura es una actividad agraria que no debe confundirse con la conservación de la vida silvestre”, concluyen.
Juan Scaliter