Los fósiles que preservan organismos completos (incluidas partes duras y blandas del cuerpo) son fundamentales para nuestra comprensión de la evolución y la vida antigua en la Tierra. Sin embargo, aquellos con partes blandas son extremadamente raros. El registro fósil está muy sesgado hacia la conservación de partes más duras de los organismos, como conchas, dientes y huesos, ya que las partes blandas como los órganos internos, los ojos o incluso los organismos completamente blandos, como los gusanos, tienden a descomponerse antes de que puedan fosilizarse. Poco se sabe sobre las condiciones ambientales que detienen este proceso lo suficientemente pronto como para que el organismo se fosilice.
Un reciente estudio, publicado en Geology y liderado por Ross Anderson, sugiere que la mineralogía alrededor del fósil es clave para la conservación de las partes blandas de los organismos. Financiado en parte por la NASA, el estudio podría apoyar al Curiosity, en la misión de Marte, en su análisis de muestras y acelerar la búsqueda de rastros de vida en otros planetas.
Probablemente el más icónico de todos los depósitos fósiles de este tipo sea el de esquisto de Burgess o lutitas de Burgess, en Canadá, que data de hace unos 500 millones de años. Allí está retratado un momento fundamental de la evolución, la Explosión del Cámbrico, un evento que vio la rápida diversificación de vida anima. Sin los fósiles de esta región, aproximadamente el 80% de los organismos cámbricos (aquellos que no tienen esqueleto duro o caparazón) serían desconocidos, distorsionando nuestra imagen de la evolución animal temprana.
El equipo de Anderson examinó más de 200 muestras de rocas del Cámbrico utilizando análisis de difracción de rayos X para determinar su composición mineral, comparando rocas con fósiles de Burgess con aquellos con solo conchas y huesos fosilizados. un instrumento convencional».
Los hallazgos revelaron que los fósiles de tejidos blandos generalmente se encuentran en rocas ricas en berthierina, un fosilicato “primo” de la arcilla. “La betartierina es un mineral interesante porque se forma en entornos tropicales cuando los sedimentos contienen concentraciones elevadas de hierro – señala Anderson en un comunicado –. Esto significa que los fósiles de Burgess están probablemente confinados a las rocas que se formaron en las latitudes tropicales y que provienen de lugares o períodos de tiempo que tienen hierro. Esta observación es emocionante porque significa que por primera vez podemos interpretar con mayor precisión la distribución geográfica y temporal de estos fósiles icónicos, cruciales si queremos comprender su biología y ecología”.
El estudio proporciona una firma mineralógica que se puede utilizar para encontrar los sitios que albergan estos extraordinarios fósiles. “Las asociaciones mineralógicas que identificamos – añade Anderson – nos permiten predecir con un 80% de precisión si es probable que contenga fósiles de este tipo. Durante la mayor parte de la historia biológica de la Tierra, la vida no ha tenido conchas o esqueletos duros. Esto significa que si queremos buscar evidencia fósil de vida en otros planetas como Marte, es probable que necesitemos encontrar fósiles de organismos completamente blandos, y la fosilización tipo Burgess proporciona un camino. El rover Curiosity de la NASA tiene la capacidad de registrar la mineralogía en la superficie marciana, por lo que podría potencialmente buscar los tipos de rocas que más probablemente preserven estos fósiles”.
Juan Scaliter